En dicha ceremonia el páter de la Escuela Naval Militar los animaba, entre otras muchas cosas, a afrontar con ilusión esta navegación, encontrándoos con Dios en medio de la Creación; a estrechar los lazos de unión entre unos y otros como compañeros y amigos; a mirar siempre el escapulario recordando que no están solos, que tienen una Madre que los protege y que está con sus familias; y a vivir intensamente la fe, estemos donde estemos.
Antes de terminar el acto con la Salve Marinera, se encendió una vela votiva blanca que no se apagará hasta su regreso. Es una oración de todos los que se quedan en la Escuela, para que tengan vientos favorables y regresen todos con el orgullo de haber cumplido con su misión.