1ª lectura: Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo, haciéndose dioses de oro.
Lectura del libro del Éxodo 32, 15-24. 30-34
En aquellos días, Moisés se volvió y bajó del monte con las dos tablas del testimonio en la mano.
Las tablas estaban escritas por ambos lados; eran hechura de Dios, y la escritura era escritura de Dios
grabada en las tablas.
Al oír Josué el griterío del pueblo, dijo a Moisés:
«Se oyen gritos de guerra en el campamento».
Contestó él:
«No es grito de victoria, no es grito de derrota, que son cantos lo que oigo».
Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, encendido en ira, tiró las tablas
y las rompió al pie de la montaña.
Después agarró el becerro que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó
en agua y se lo hizo beber a los hijos de Israel.
Moisés dijo a Aarón:
«¿Qué te ha hecho este pueblo, para que nos acarreases tan enorme pecado?». Contestó Aarón:
«No se irrite mi señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: “Haznos un Dios que vaya
delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado.” Yo
les dije: “Quien tenga oro que se desprenda de él y me lo dé; yo lo eché al fuego, y salió este
becerro”». Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo:
«Habéis cometido un pecado gravísimo; pero ahora subiré al Señor a expiar vuestro pecado.»
Volvió, pues, Moisés al Señor y le dijo:
«Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo, haciéndose dioses de oro. Pero ahora, o perdonas
su pecado o me borras del libro de tu registro». El Señor respondió:
«Al que haya pecado contra mí lo borraré del libro. Ahora ve y guía a tu pueblo al sitio que te
dije; mi ángel irá delante de ti; y cuando llegue el día de la cuenta, les pediré cuentas de su pecado».
Salmo: Sal 105, 19-20. 21-22. 23
R. Dad gracias al Señor porque es bueno.
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R.
Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Por propia iniciativa el padre nos engendró
con la palabra de la verdad,
para que seamos como una primicia de sus criaturas. R.
Evangelio: El grano de mostaza se hace un árbol hasta el punto de que los pájaros
del cielo anidan en sus ramas.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo;
aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un
árbol hasta el punto de que vienen los pájaros a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina,
hasta para que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se
cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
1ª lectura: Pediste para ti inteligencia.
Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12
En aquellos días, el Señor se apareció de noche en sueños a Salomón y le dijo:
«Pídeme lo que deseas que te dé».
Salomón respondió:
«Señor mi Dios: Tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David, mi padre, pero yo soy un muchacho
joven y no sé por dónde empezar o terminar. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste,
un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón
atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer
justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?». Agradó al Señor esta súplica de Salomón.
Entonces le dijo Dios:
«Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus
enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un
corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes de ti ni surgiera otro igual después de ti».
Salmo: Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y tu ley será mi delicia. R.
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R.
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R.
2ª lectura: Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30
Hermanos:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los cuales ha llamado conforme
a su designio.
Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
Aleluya Cf. Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Evangelio: Vende todo lo que tiene y compra el campo.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-52
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve
a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de
gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces:
cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?» Ellos le contestaron:
«Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que ese ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre
de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
1ª lectura: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1 Jn 4, 7-16
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha
nacido de Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envío al mundo a su Unigénito, para
que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos
envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a
otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor
ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros
hemos visto y damos testimonio de que el Padre envío a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
Salmo: Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11
R. Bendigo al Señor en todo momento.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamada conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escucho y los salvó de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Aleluya Cf, Jn 8, 12b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo - dice el Señor -;
el que me siga tendrá la luz de la vida. R.
Evangelio: Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por
su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en
casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que
pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dice:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo
y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
El pasado día 25 de julio, el Grupo de Caballería de la Guardia Civil, celebraba el Apóstol Santiago con la Eucaristía presidia por el Páter Víctor, Vicario Episcopal de la Guardia Civil y concelebrada por el Páter Rubén, Capellán del Complejo de Valdemoro; posteriormente se realizó un encuentro de fraternidad y compañerismo entorno a un Ágape. Una nutrida representación se hizo presente, participando activamente, en las actividades. Hay que tener presente que la mayoría de losmiembros se encuentran desplegados por diferentes lugares de España.
1ª lectura: La Ley se dio por medio de Moisés.
Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17
En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en
el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo
el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian.
Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien
pronuncie su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado
al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava,
ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo,
la tierra y el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado
y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: para que se prolonguen tus días en la tierra, que el
Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su
esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.
Salmo: Sal 18, 8. 9. 10. 11
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
con un corazón noble y generoso,
la guardan y dan fruto con perseverancia. R.
Evangelio: El que escucha la palabra y la entiende, ese da fruto.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros, pues oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su
corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida
con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución
por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de
la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo
sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese
da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».
1ª lectura: El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo.
Lectura del libro del Éxodo 19, 1-2. 9-11. 16-20b
A los tres meses de salir de la tierra de Egipto, aquel día, los hijos de Israel llegaron al desierto del
Sinaí. Salieron de Refidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente a la montaña.
El Señor le dijo:
«Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo hable
contigo, y te crean siempre».
Y Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho.
El Señor dijo a Moisés:
«Vuelve a tu pueblo y purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y estén preparados para el
tercer día; pues el tercer día descenderá el Señor sobre la montaña del Sinaí a la vista del pueblo».
Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña; se oía un
fuerte sonido de trompeta; y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar.
Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña.
La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre ella en medio de fuego. Su
humo se elevaba como el de un horno y toda la montaña temblaba con violencia.
El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el
trueno. El Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor llamó a Moisés a la cima
de la montaña.
Salmo: Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56
R. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y glorioso. R.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.
Aleluya Cf. Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Evangelio: A vosotros se os ha dado a conocer los secretos del reino de los cielos
y a ellos no.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al
que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les
hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la
profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.
En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo
que oís y no lo oyeron».
1ª lectura: Haré llover pan del cielo para vosotros.
Lectura del libro del Éxodo 16, 1-5. 9-15
Toda la comunidad de los hijos de Israel partió de Elín y llegó al desierto de Sin, entre Elín y Sinaí,
el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
La comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos
alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto
para matar de hambre a toda esta comunidad».
El Señor dijo a Moisés:
«Mira, haré llover pan del cielo para vosotros: que el pueblo salga a recoger la ración de cada
día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi instrucción o no. El día sexto prepararán lo que hayan
recogido y será el doble de lo que recogen a diario».
Moisés dijo a Aarón:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones”».
Mientras Aarón hablaba a la comunidad de los hijos de Israel ellos se volvieron hacia el desierto
y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.
El Señor dijo a Moisés:
«He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: “Al atardecer comeréis carne, por la
mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor Dios vuestro”».
Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; y por la mañana había una
capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la
superficie del desierto un polvo fino, como escamas, parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo,
los hijos de Israel se dijeron:
«¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
«Es el pan que el Señor os da de comer».
Salmo: Sal 77, 18-19. 23-24. 25-26. 27-28
R. El Señor les dio pan del cielo.
Tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto; hablaron contra Dios:
«¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto?» R.
Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur. R.
Hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas. R.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo;
todo el que loe encuentra vive para siempre. R.
Evangelio: Cayó en tierra buena y dio fruto.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que
subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros
y se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era
profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
El día 24 de julio a las 20:00 horas, se celebró en la Real Iglesia Parroquial Castrense de San Fernando de Zaragoza, la Vigilia en Honor de Patrón Santiago.
La Santa Misa que presidió el Rvdo. Párroco-Capellán Castrense, D. Ángel Briz, contó con la presencia del General Jefe de la Brigada Aragón I, general de brigada Guillermo García del Barrio, y del Jefe del Regimiento España 11, coronel Francisco Javier Calero; así como de distintos Jefes, Oficiales y Suboficiales, principalmente del Arma de Caballería, acompañados por sus familiares, y feligreses de la Parroquia.
1ª lectura: El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y se los miraba a todos con mucho agrado.
Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón.
Les hicieron comparecer ante el sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado
Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a
quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo
jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos
nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de
rabia y trataban de matarlos.
El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Salmo: Sal 66, 2-3. 5. 7-8
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines de la tierra. R.
2ª lectura: Llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 7-15
Hermanos:
Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de
Dios y no proviene de nosotros.
Atribulados en todo, más no aplastados; apurados, más no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la
muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, mientras
vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la
vida en vosotros.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también
nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará
a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros. ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento,
para gloria de Dios.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Astro brillante de España, apóstol Santiago,
tu cuerpo descansa en la paz,
tu gloria pervive entre nosotros. R.
Evangelio: Mi cáliz lo beberéis.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeos con sus hijos y se postró
para hacerle una petición.
Él le preguntó:
¿«Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos». Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo,
es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre
vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero
entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate
por muchos».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos ofrece la parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-43). Un agricultor, que ha sembrado buena semilla en su campo, descubre que un enemigo de noche ha sembrado en él cizaña, una planta de aspecto muy parecido al trigo, pero infectada.
De este modo, Jesús habla de nuestro mundo, que en realidad es como un gran campo, donde Dios siembra trigo y el maligno cizaña, y así el bien y el mal crecen juntos. El bien y el mal crecen juntos. Lo vemos en las noticias, en la sociedad, y también en la familia y también en la Iglesia. Y cuando, junto al trigo bueno, vemos malas hierbas, nos dan ganas de arrancarlas inmediatamente, de hacer "limpieza total" de inmediato. Pero el Señor nos advierte hoy que es una tentación hacer esto: no podemos crear un mundo perfecto y no podemos hacer el bien destruyendo precipitadamente lo que está mal, porque esto tiene efectos peores: acabamos -como se dice- "tirando el niño junto con el agua sucia".
Hay, sin embargo, un segundo campo en el que podemos limpiar: es el campo de nuestro corazón, el único en el que podemos intervenir directamente. También allí hay trigo y cizaña, de hecho, es desde allí desde donde ambos se extienden al gran campo del mundo. Hermanos y hermanas, nuestro corazón, en efecto, es el campo de la libertad: no es un laboratorio aséptico, sino un espacio abierto y, por tanto, vulnerable. Para cultivarlo adecuadamente, es necesario, por una parte, cuidar constantemente los delicados brotes de bondad y, por otra, identificar y erradicar las malezas, en el momento justo. Así pues, miremos en nuestro interior y examinemos un poco que ocurre, lo que crece en mí. Que está creciendo en mi de bien y de mal. Existe un hermoso método para hacerlo: aquello que se llama el examen de conciencia, que es ver qué sucede hoy en mi vida, qué me impactó en el corazón y qué decisión tomé. Y esto sirve precisamente para verificar, a la luz de Dios, donde están las hierbas malas y donde la semilla buena.
Después del campo del mundo y del campo del corazón hay un tercero campo. Podemos llamarlo el campo del vecino. Son las personas con las que nos relacionamos, que frecuentamos cada día y a las que juzgamos a menudo. ¡Qué fácil nos resulta reconocer su cizaña! ¡Y qué difícil es, en cambio, ver el buen trigo que crece! ¡Cómo nos gusta “despellejar” a los demás...! Recordemos, sin embargo, que si queremos cultivar los campos de la vida, es importante buscar ante todo la obra de Dios: aprender a ver en los demás, en el mundo y en nosotros mismos la belleza de lo que el Señor ha sembrado, el trigo besado por el sol con sus espigas doradas. Hermanos y hermanas, Pedimos la gracia de poder verla en nosotros mismos, pero también en los demás, empezando por los que están cerca de nosotros. No es una mirada ingenua, es una mirada creyente, porque Dios, el agricultor del gran campo del mundo, ama ver lo bueno y hacerlo crecer hasta hacer de la siega una fiesta.
Por eso, también hoy podemos hacernos algunas preguntas. Pensando en el campo del mundo: ¿Yo sé vencer la tentación de "hacer de cada hierba un montón", de hacer “limpieza total” de los demás con mis juicios? Luego, pensando en el campo del corazón: ¿soy honesto para buscar las malas plantas que hay en mí y decidido arrojarlas al fuego de la misericordia de Dios? Y, pensando en el campo del prójimo: ¿tengo la sabiduría de ver lo bueno sin desanimarme por las limitaciones y la lentitud de los demás?
Que la Virgen María nos ayude a cultivar con paciencia lo que el Señor siembra en el campo de la vida, en mi campo, en el campo de mi vecino, en el campo de todos.
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Palabras después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
Hoy, mientras muchos jóvenes se preparan para partir a la Jornada Mundial de la Juventud, nosotros celebramos el Día Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. Por eso me acompañan un nieto y una abuela. ¡Aplaudamos a los dos! Que la proximidad entre las dos Jornadas sea una invitación a promover una alianza entre las generaciones, que es muy necesaria, porque el futuro se construye juntos, en el intercambio de experiencias y en el cuidado mutuo entre jóvenes y mayores. No los olvidemos. ¡Y aplaudamos a todos los abuelos y abuelas! ¡Fuerte!
Estamos viviendo, aquí y en muchos países, fenómenos climáticos extremos: por un lado, diversas regiones se ven afectadas por olas de calor anormales e incendios devastadores; por otro, en no pocos lugares se producen aguaceros e inundaciones, como los que han azotado Corea del Sur en los últimos días: estoy cerca de quienes sufren y de quienes asisten a las víctimas y a los desplazados. Y, por favor, renuevo mi llamamiento a los dirigentes de las naciones para que hagan algo más concreto para limitar las emisiones contaminantes: es un reto urgente e inaplazable, concierne a todos. ¡Protejamos nuestra casa común!
Y ahora me gustaría llamar la atención sobre el drama que siguen viviendo los emigrantes en el septentrión de África. Miles de ellos, en medio de un sufrimiento indecible, llevan semanas atrapados y abandonados en zonas desérticas. Hago un llamamiento, en particular a los Jefes de Estado y de Gobierno europeos y africanos, para que socorran y ayuden urgentemente a estos hermanos y hermanas. Que el Mediterráneo no sea nunca más teatro de muerte e inhumanidad. Que el Señor ilumine las mentes y los corazones de todos, suscitando sentimientos de fraternidad, solidaridad y acogida.
Y sigamos rezando por la paz, especialmente por la querida Ucrania, que sigue sufriendo muerte y destrucción, como desgraciadamente ha vuelto a ocurrir esta noche en Odessa.
Les saludo a todos, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países, especialmente a los de Brasil, Polonia, Uruguay... ¡Son muchos! También a los estudiantes de Buenos Aires y a los fieles de la diócesis de Legnica, en Polonia. Saludo también al grupo ciclista "Cuarenta años después", de Cogorno, a los participantes en la iniciativa "Pedalar por la Paz" y a los niños acogidos por algunas comunidades del Lacio.
Les deseo a todos un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Y recen también por esta abuela y su nieto, y con todos los abuelos y nietos.
Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto.
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