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1ª lectura: Amó a tus padres y eligió a su descendencia después de ellos.

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-40

Moisés dijo al pueblo:

«Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre
sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como
esto o se oyó cosa semejante? ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios vivo,
hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? ¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación
entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerra y con mano fuerte y brazo poderoso, con
terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros
ojos? Te han permitido verlo, para que sepas que el Señor es el único Dios y no hay otro fuera de él.

Desde el cielo hizo resonar su voz para enseñarte y en la tierra te mostró su gran fuego, y de en
medio del fuego oíste sus palabras.

Porque amó a tus padres y eligió a su descendencia después de ellos, él mismo te sacó de Egipto
con gran fuerza, para desposeer ante ti a naciones más grandes y fuertes que tú, para traerte y darte
sus tierras en heredad; como ocurre hoy.

Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el
cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo
hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor,
tu Dios, te da para siempre».

Salmo: Sal 76, 12-13. 14-15. 16 y 21

R. Recuerdo las proezas del Señor.

Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas. R.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos. R.

Con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón. R.

Aleluya Mt 5, 10

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. R.

Evangelio: ¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su alma?

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar
para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno según su conducta.

En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte morirán hasta que vean
al Hijo del hombre en su reino».

1ª lectura: Brotó agua abundantemente.

Lectura del libro de los Números 20, 1-13

En aquellos días, la comunidad entera de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin el mes primero,
y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron.

Faltó agua a la comunidad y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo protestó contra
Moisés, diciendo:

«¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la
comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué
nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas
ni granados ni agua para beber?». Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a
la entrada de la Tienda del Encuentro, y se postraron rostro en tierra delante de ella. La gloria del
Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés:

«Coge la vara y reunid la asamblea, tú y tu hermano Aarón, y habladle a la roca en presencia de
ellos y ella dará agua. Luego saca agua de la roca y dales de beber a ellos y a sus bestias».

Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba. Moisés y Aarón reunieron
la asamblea delante de la roca; Moisés les dijo:

«Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?».

Moisés alzó la mano y golpeó la roca con la vara dos veces, y brotó agua tan abundante que
bebió toda la comunidad y las bestias.

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

«Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los hijos de Israel,
no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les he dado».

(Esta es fuente de Meribá, donde los hijos de Israel disputaron con el Señor, y él les mostró su
santidad).

Salmo: Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9

R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro
corazón».

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R.

Aleluya Mt 16, 18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y el poder del infierno no la derrotará. R.

 

Evangelio: Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le respondió:

«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no
la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos» Y les mandó a los discípulos que
no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer
allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y
resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres,
no como Dios».

1ª lectura: Despreciaron una tierra envidiable.

Lectura del libro de los Números 13, 1-2. 25-14, 1. 26-30. 34-35

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán:

«Envía gente a explorar la tierra de Canaán, que yo voy a entregar a los hijos de Israel: envía uno
de cada tribu, y que todos sean jefes».

Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés y Aarón y a toda
la comunidad de los hijos de Israel, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda
la comunidad y les enseñaron los frutos del país. Y les contaron:

«Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; y verdaderamente es una tierra que mana leche
y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades
fortificadas (incluso hemos visto allí hijos de Anac). Amalec vive en la región del Negueb, los hititas,
jebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán». Caleb hizo
callar al pueblo ante Moisés y dijo:

«Tenemos que subir y apoderarnos de esa tierra, porque podemos con ella» Pero los que habían
subido con él replicaron:

«No podemos atacar a ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros».

Y desacreditaban ante los hijos de Israel la tierra que habían explorado, diciendo.

«La tierra que hemos recorrido y explorado es una tierra que devora a sus propios habitantes; toda
la gente que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí nefileos, hijos de Anac: parecíamos
saltamontes a su lado, y lo mismo les parecíamos nosotros a ellos». Entonces toda la comunidad empezó
a dar gritos, y el pueblo se pasó llorando toda la noche.

El Señor dijo a Moisés y Aarón:

«¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada murmurando contra mí? He oído a los hijos de
Israel murmurar de mí. Diles: “¡Por mi vida!, oráculo del Señor, que os haré lo que me habéis dicho
en la cara; en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis censados, de veinte
años para arriba, los que habéis murmurado contra mí. Según el número de los días que empleasteis
en explorar la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa cuarenta años, un año por cada día.

Para que sepáis lo que es desobedecerme”.

Yo, el Señor, juro que haré esto a la comunidad que se ha amotinado contra mí: en este desierto
se consumirán y en él morirán».

Salmo: Sal 105, 6-7a. 13-14. 21-22. 23

R. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas. R.

Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa. R.

Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R.

Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R.

Aleluya Lc 7, 16

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo. R.

 

Evangelio: Mujer, qué grande es tu fe.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró al país de Tiro y Sidón.

Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

«Atiéndela, que viene detrás gritando».

Él les contestó:

«Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».

Ella se acercó y se postró ante él diciendo:

«Señor, ayúdame».

Él le contestó:

«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

Pero ella repuso:

«Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

Jesús le respondió:

«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».

En aquel momento quedó curada su hija.

1ª lectura: No hay otro profeta como Moisés; ¿cómo os habéis atrevido a hablar contra él?

Lectura del libro de los Números 12, 1-13

En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés, a causa de la mujer cusita que había
tomado por esposa. Dijeron:

«¿Ha hablado el Señor solo a través de Moisés? ¿No ha hablado también a través de nosotros?».

El Señor lo oyó.

Moisés era un hombre muy humilde, más que nadie sobre la faz de la tierra.

De repente el Señor habló a Moisés, Aarón y María:

«Salid los tres hacia la Tienda del Encuentro».

Y los tres salieron.

El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la Tienda, y llamó a Aarón y
a María. Ellos se adelantaron, y el Señor les habló:

«Escuchad mis palabras: si hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en
visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos. A él le
hablo cara a cara; abiertamente y no por enigmas; y contempla la figura del Señor. ¿Cómo os
habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?». La ira del Señor se encendió contra ellos, y el
Señor se marchó.

Al apartarse la Nube de la Tienda, María estaba leprosa, con la piel como a nieve. Aarón se
volvió hacia ellas y vio que estaba leprosa.

Entonces Aarón dijo a Moisés:

«Perdón, señor; no nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente. No dejes
a María como un aborto que sale del vientre con la mitad de la carne consumida» Moisés suplicó
al Señor:

«Por favor, cúrala».

Salmo: Sal 50, 3-4. 5-6. 12-13

R. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado. Contra ti,
contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R.

Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.

Aleluya Jn 1, 49b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Rabí, tú eres el Hijo de Dios,
tú eres el Rey de Israel. R.

Evangelio: La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada
de raíz.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 1-2. 10-14

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron:

«¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos
antes de comer?».

Y, llamando a la gente, les dijo:

«Escuchad y entended: no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de
la boca, eso es lo que mancha al hombre».

Se acercaron los discípulos y le dijeron:

«¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?».

Respondió él:

«La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Dejadlos, son
ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».

Durante una semana más de 350 jóvenes del Arzobispado Castrense de España, acompañado de un nutrido grupo de cuatro seminaristas, cinco capellanes, dos vicarios y respaldados por la atenta mirada del Sr Arzobispo Castrense, D. Juan Antonio Aznárez, se han dado cita en la ciudad de Lisboa, para vivir las XXXVIII edición de las Jornadas Mundial de la Juventud convocadas por su Santidad El Papa Francisco.

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
A PORTUGAL
CON MOTIVO DE LA XXXVII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

(2-6 DE AGOSTO DE 2023)

Queridos hermanos y hermanas:

Una palabra ha resonado muchas veces en estos días, y es: "gracias", mejor dicho, "obrigado". Es hermoso lo que el Patriarca de Lisboa nos acaba de explicar, que obrigado no sólo expresa la gratitud por lo que se ha recibido, sino también el deseo de corresponder al bien. En este acontecimiento de gracia, todos nosotros hemos recibido, y ahora, que nos preparamos para regresar a casa, el Señor nos hace sentir la necesidad de compartir también con los otros, testimoniando con alegría la gratuidad de Dios y lo que Dios puso en nuestros corazones.

Sin embargo, antes de despedirnos yo también quiero decir obrigado. En primer lugar, al Cardenal Clemente, y con él a la Iglesia y a todo el pueblo portugués: obrigadoObrigado al señor Presidente, que nos ha acompañado en los eventos de estos días; obrigado a las instituciones nacionales y locales por el apoyo y la asistencia que nos han brindado; obrigado a los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos; y obrigado a ti, Lisboa, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes como "casa de fraternidad" y "ciudad de los sueños". Expreso también mi gratitud al Cardenal Farrell —que ha rejuvenecido en estas Jornadas— y a quienes han preparado estas Jornadas, así como a cuantos las han acompañado con la oración. ¡Obrigado a los voluntarios, a ellos este aplauso de corazón por su gran servicio! Y un agradecimiento especial a quienes desde el cielo han velado por la JMJ, es decir, a los santos patronos del evento, y a uno en particular: a Juan Pablo II, que dio vida a las Jornadas Mundiales de la Juventud.

¡Y obrigado a todos ustedes, queridos jóvenes! Dios ve todo lo bueno que ustedes son, y sólo Él conoce lo que ha sembrado en sus corazones. Ustedes se van de aquí con lo que Dios sembró en el corazón, háganlo crecer, cuídenlo con esmero. Quisiera hacerles una recomendación: mantengan presentes en su mente y en su corazón los momentos más hermosos. Para que así, cuando lleguen los momentos de cansancio y de desánimo —que son inevitables—, y tal vez la tentación de dejar de caminar o encerrarse en ustedes mismos, con el recuerdo reaviven las experiencias y la gracia de estos días, porque ―no lo olviden nunca― esta es la realidad, esto son ustedes: ¡el santo Pueblo fiel de Dios que camina con la alegría del Evangelio! Me gustaría también enviar un saludo a los jóvenes que no han podido estar aquí presentes, pero que han participado en las iniciativas organizadas por sus países, por las Conferencias episcopales, por las Diócesis; y pienso, por ejemplo, en los hermanos y hermanas subsaharianos reunidos en Tánger. A todos gracias, gracias.

Y de manera particular, acompañamos con el afecto y la oración a quienes no han podido venir a causa de conflictos y guerras. En el mundo son muchas las guerras, son muchos los conflictos. Pensando en este continente, siento un gran dolor por la querida Ucrania, que sigue sufriendo tanto. Amigos, permítanme también yo, ya viejo, comparta con ustedes, jóvenes, un sueño que llevo en el corazón: el sueño de la paz, el sueño de los jóvenes que rezan por la paz, viven en paz y construyen un futuro de paz. Por medio del Ángelus pongamos el futuro de la humanidad en manos de María, Reina de la Paz. Y hay un último obrigado que quisiera subrayar al final: obrigado a nuestras raíces, a nuestros abuelos, que nos trasmitieron la fe, que nos trasmitieron el horizonte de una vida. Son nuestras raíces. Y de regreso a casa, sigan rezando por la paz. Ustedes son un signo de paz para el mundo, un testimonio de cómo las diversas nacionalidades, las lenguas y las historias pueden unir en lugar de dividir. Ustedes son esperanza para un mundo diferente. Gracias. ¡Sigan adelante!

Y al final, hay un momento que todos esperan: el anuncio de la próxima etapa del camino. Pero antes de decirles cuál será la sede de la cuadragésima primera Jornada Mundial de la Juventud, quisiera hacerles una invitación. Doy cita a los jóvenes de todo el mundo para el 2025, en Roma, ¡para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes! Y los espero aquí el 25 para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes. Y la próxima Jornada Mundial de la Juventud tendrá lugar en Asia: ¡será en Corea del Sur, en Seúl! Y así, en el 2027, desde la frontera occidental de Europa se trasladará al Lejano Oriente: ¡este es un hermoso signo de la universalidad de la Iglesia y del sueño de unidad del que ustedes son testigos!

Y finalmente un último obrigado, se lo dirigimos a dos personas especiales, a dos protagonistas principales de este encuentro. Ellos estuvieron aquí con nosotros, y siguen estando siempre con nosotros; nunca pierden de vista nuestras vidas, aman nuestras vidas como ninguno podría hacerlo. Obrigado a Ti, Señor Jesús. Obrigado a ti, María, Madre nuestra; y ahora recemos.

_________________

Después del Ángelus

Quiero asegurar mis oraciones, y lo hacemos juntos, también por las víctimas de la trágica avalancha que se produjo hace dos días en la región de Racha, en Georgia. Y acompaño con mi cercanía a sus familiares. Que la Virgen Santa los consuele y sostenga también el trabajo de las escuadras de rescate. Y acompaño, estoy cercano, a mi hermano el patriarca Elías II.

[Multimedia]

1ª lectura: Solo no puedo cargar con este pueblo.

Lectura del libro de los Números 11, 4-15

En aquellos días, dijeron los hijos de Israel:

«¡Quién nos diera carne para comer! ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en
Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos. En cambio ahora se nos quita el apetito
de no ver más que maná».

(El maná se parecía a semilla de coriandro, y tenía color de bedelio; el pueblo se dispersaba para
recogerlo, lo molían en la muela o lo machacaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con él
hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y, encima de él,
el maná). Moisés oyó cómo el pueblo, una familia tras otra, cada uno a la entrada de su tienda, provocando
la ira del Señor; y disgustado, dijo al Señor:

«¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, sino que me haces
cargar con todo este pueblo? ¿He concebido yo a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me
digas: “Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a la tierra que prometí
con juramento a sus padres?” ¿De dónde voy a sacar carne para repartirla a todo el pueblo, que me
viene llorando: “Danos de comer carne”? Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera
mis fuerzas. Si me vas a tratar así, hazme morir, por favor, si he hallado gracia a tus ojos; así no veré
más mi desventura».

Salmo: Sal 80, 12-13. 14-15. 16-17

R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos. R.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios. R.

Los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedarla fijada;
los alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre. R.

Aleluya Jn 1, 49b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Rabí, tú eres el Hijo de Dios,
tú eres el Rey de Israel. R.

Evangelio: Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca
y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.

Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era
contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos,
viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús
les dijo en seguida:

«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».

Pedro le contestó:

«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua».

Él le dijo:

«Ven»

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza
del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

«Señor, sálvame».

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».

En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.

Los de la barca se postraron ante él, diciendo:

«Realmente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron,
pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron a todos los enfermos.

Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

1ª lectura: Su vestido era blanco como nieve.

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su
cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso
de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó
la sesión y se abrieron los libros.

Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.

A él se le dio poder, honor y reino.

Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron.

Su es un poder eterno, no cesará.

Su reino no acabará.

Salmo: Sal 96, 1-2. 5-6. 9

R. El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.

Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.

2ª lectura: Esta voz del cielo es la que oímos.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 2 Pe 1, 16-19

Queridos hermanos:

No nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida
de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.

Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió
aquella voz:

«Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido».

Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la
montaña sagrada.

Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención
como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca
en vuestros corazones.

Aleluya Mt 17, 5c

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es mi Hijo, el amado,
en quien me complazco.

Escuchadlo. R.

Evangelio: Su rostro resplandecía como el sol

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con
ellos aparte a un monte alto.

Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz.

De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías».

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz
desde la nube decía:

«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.

Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

«Levantaos, no temáis».

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:

«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». 

1ª lectura: El año jubilar cada uno recobrará su propiedad.

Lectura del libro del Levítico 25, 1. 8-17

El Señor habló a Moisés en el monte Sinaí:

«Haz el cómputo de siete semanas de años, siete veces siete, de modo que las siete semanas de
años sumarán cuarenta y nueve años.

El día diez del séptimo mes harás oír el son de la trompeta: el día de la expiación haréis resonar
la trompeta por toda vuestra tierra.

Declararéis santo el año cincuenta y promulgaréis por el país liberación para todos sus habitantes.
Será para vosotros un jubileo: cada uno recobrará su propiedad, y retornará a su familia.

El año cincuenta será para vosotros año jubilar: no sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis
las capas no cultivadas.

Porque es el año jubilar, que será sagrado para vosotros. Comeréis lo que den vuestros campos
por sí mismos.

En este año jubilar cada uno recobrará su propiedad.

Si vendes o compras algo a tu prójimo, que nadie perjudique a su hermano.

Lo que compres a tu prójimo se tasará según el número de años transcurridos después del jubileo.

Él te lo cobrará según el número de cosechas restantes: cuantos más años falten, más alto será el
precio; cuantos menos, tanto menor será el precio. Porque lo que él te vende es el número de cosechas.

Que nadie perjudique a su prójimo. Y teme a tu Dios. porque yo soy el Señor, vuestro Dios».

Salmo: Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman todos los confines de la tierra. R.

Aleluya Mt 5, 10

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. R.

Evangelio: Herodes mandó decapitar a Juan y sus discípulos fueron a contárselo
a Jesús.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 1-12

En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos:

«Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas
actúan en él».

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo
de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era licito vivir con ella. Quería
mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes,
la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera.

Ella, instigada por su madre, le dijo:

«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista».

El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar
a Juan en la cárcel.

Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su
madre.

Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.

1ª lectura: En las festividades del Señor convocaréis asamblea litúrgica.

Lectura del libro del Levítico 23, 1. 4-11. 15-16. 27. 34b-37

El Señor habló a Moisés:

«Estas son las festividades del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis en las fechas señaladas.

El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor.

El día quince del mismo mes, es la fiesta de los Panes Ácimos dedicada al Señor. Comeréis panes
ácimos durante siete días. El primer día os reuniréis en asamblea litúrgica, y no haréis ningún trabajo
servil. Los siete días ofreceréis al Señor oblaciones. El séptimo os volveréis a reunir en asamblea
litúrgica, y no haréis ningún trabajo servil» El Señor habló a Moisés:

«Di a los hijos de Israel: “Cuando entréis en la tierra que yo os voy a dar, y seguéis la mies, levaréis
al sacerdote una gavilla como primicia de vuestra cosecha.

Este la balanceará ritualmente en presencia del Señor, para que os sea aceptada; la balanceará
el sacerdote el día siguiente al sábado.

A partir del día siguiente al sábado en que llevéis la gavilla para el balanceo ritual, contaréis siete
semanas completas: contaréis cincuenta días hasta el día siguiente al séptimo sábado y ofreceréis una
oblación nueva al Señor.

El día diez del séptimo mes es el Día de la Expiación. Os reuniréis en asamblea litúrgica, ayunaréis
y ofreceréis al Señor una oblación.

El día quince de ese séptimo mes comienza la fiesta de las Tiendas dedicada al Señor; y dura siete
días. El día primero os reuniréis en asamblea litúrgica. No haréis trabajo servil alguno. Los siete días
ofreceréis al Señor oblaciones. Al octavo, volveréis a reuniros en asamblea litúrgica y ofreceréis al
Señor oblaciones. Es día de reunión religiosa solemne. No haréis trabajo servil alguno.

Estas son las festividades del Señor en las que os reuniréis en asamblea litúrgica, y ofreceréis al
Señor oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según corresponda a
cada día».

Salmo: Sal 80, 3-4. 5-6ab. 10-11ab

R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta. R.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto. R.

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R.

Aleluya 1 Pe 1, 25

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

La palabra del Señor permanece para siempre;
pues esa es la palabra del Evangelio que se os anunció. R.

Evangelio: ¿No es el hijo del carpintero? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 54-58

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga.

La gente decía admirada.

«De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre
María, y sus hermanos Santiago, José Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces,
¿de dónde saca todo eso?».

Y se escandalizaban a causa de él.

Jesús les dijo:

«Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».

Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.

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