1ª lectura: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.
Lectura de la carta a los Hebreos 7, 1-3. 15-17
Hermanos:
Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este
regresaba de derrotar a los reyes, lo bendijo, y recibió de Abrahán el diezmo del botín. Su nombre significa,
en primer lugar, Rey de Justicia, y después, Rey de Salen, es decir, Rey de Paz.
Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En
virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente.
Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que no ha
llegado a serlo en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está
atestiguado:
«Tú eres sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec».
Salmo: Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies». R.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
desde el seno, antes de la aurora». R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.
Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Jesús proclamaba el evangelio del reino,
y curaba toda dolencia del pueblo. R.
Evangelio: ¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano
paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo
morir?». Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice
al hombre:
«Extiende la mano».
Lo extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.
1ª lectura: La esperanza que tenemos delante es para nosotros como ancla segura y firme.
Lectura de la carta a los Hebreos 6, 10-20
Hermanos:
Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a
los santos ahora igual que antes.
Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla
vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo
prometido. Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por
si mismo, diciendo:
«Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente». Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido.
Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión.
De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de
su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible
que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, aferrándonos a la esperanza
que tenemos delante. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá
de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, como precursor, Jesús, Sumo sacerdote para
siempre según el rito de Melquisedec.
Salmo: Sal 110, 1b-2. 4-5. 9 y 10c
R. El Señor recuerda siempre su alianza.
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R.
Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a los que lo temen
recordando siempre su alianza. R.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre. R.
Aleluya Cf. Ef 1, 17-18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine los ojos de nuestro corazón,
para que comprendamos cuál es la esperanza a la que os llama. R.
Evangelio: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28
Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando
espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró
en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está
permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?». Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor
también del sábado».
1ª lectura: Siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-10
Hermanos:
Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto
a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a la debilidad.
A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie
puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a si mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que
le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje: «Tú eres sacerdote para
siempre según el rito de Melquisedec».
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filiar. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación
eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.
Salmo: Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
desde el seno, antes de la aurora». R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.
Aleluya Heb 4, 12ad
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz;
juzga los deseos e intenciones del corazón. R.
Evangelio: El esposo está con ellos.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22
En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le
preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo
está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en
aquel día.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo
nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y
los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
1ª lectura: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación.
Lectura del libro de Isaías 49, 3.5-6
Me dijo el Señor:
«Tú eres mi siervo, Israel por medio de ti me glorificaré».
Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a
Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza: «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de
vuela a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el
confín de la tierra».
Salmo: Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.
«- Como está escrito en mi libro -
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas». R.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios,
Señor, tú lo sabes. R.
2ª lectura: A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1Cor 1,1-3
Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, a la Iglesia
de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier
lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz
de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Aleluya Jn 1, 14a. 12a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros;
a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios. R.
Evangelio: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de
mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he
salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
1ª lectura: Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-16
Hermanos:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto
donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada
se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios,
mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Salmo: Sal 18. 8. 9. 10. 15
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.
El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía,
Redentor mío. R.
Aleluya Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad. R.
Evangelio: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se
sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos,
al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
1ª lectura: Empeñémonos en entrar en aquel descanso.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 1-5. 11
Hermanos:
Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros
crea que ha perdido la oportunidad.
También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les
sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. Así pues, los creyentes
entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:
«He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso», y eso que sus obras estaban terminadas
desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo:
«Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho». En nuestro pasaje añade:
«No entrarán en mi descanso».
Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.
Salmo: Sal 77, 3 y 4bc. 6c-7. 8
R. ¡No olvidéis las acciones de Dios!
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos. R.
Para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios. R.
Aleluya Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo. R.
Evangelio: El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío,
levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde
yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio
cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decirle
“levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad
en la tierra para perdonar pecados - dice al paralítico -:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban
gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
Boletín Eclesiástico 2023
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor y el Evangelio nos presenta una escena asombrosa: es la primera vez que Jesús aparece en público después de su vida oculta en Nazaret; llega a la orilla del río Jordán para que Juan lo bautice (Mt 3,13-17). Era un rito con el que la gente se arrepentía y se comprometía a convertirse; un himno litúrgico dice que el pueblo iba a bautizarse “desnuda el alma y desnudos los pies” —un alma abierta, desnuda, sin ocultar nada—, es decir, con humildad y con el corazón transparente. Pero, viendo que Jesús se mezcla con los pecadores, uno se queda sorprendido y se pregunta: ¿por qué Jesús tomó esta decisión? Él, que es el Santo de Dios, el Hijo de Dios sin pecado, ¿por qué tomó esa decisión? Encontramos la respuesta en las palabras que Jesús dirige a Juan: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia» (v. 15). Cumplir toda justicia: ¿Qué quiere decir?
Haciendo que Juan le bautice, Jesús nos desvela la justicia de Dios, esa justicia que Él ha venido a traer al mundo. Muchas veces tenemos una idea limitada de la justicia, y pensamos que significa que el que se equivoca, paga, y así repara el mal que ha hecho. Pero la justicia de Dios, como enseña la Escritura, es mucho más grande: no tiene como fin la condena del culpable, sino su salvación y su regeneración, volverlo justo: de injusto a justo. Es una justicia que proviene del amor, de esas entrañas de compasión y misericordia que son el corazón mismo de Dios, Padre que se conmueve cuando estamos oprimidos por el mal y caemos bajo el peso de los pecados y de las fragilidades. Así, la justicia de Dios no busca distribuir penas y castigos sino, como afirma el apóstol Pablo, consiste en hacernos justos a nosotros, sus hijos (cfr. Rm 3,22-31), librándonos de las ataduras del mal, resanándonos, levantándonos. El Señor está siempre con la mano tendida para ayudarnos a levantarnos, no está nunca listo para castigarnos. Y entonces comprendemos que, en la orilla del Jordán, Jesús nos revela el sentido de su misión: Él ha venido para llevar a cabo la justicia divina, que es salvar a los pecadores; ha venido para tomar sobre sus hombros el pecado del mundo y descender a las aguas del abismo, de la muerte, con el fin de recuperarnos e impedir que nos ahoguemos. Él nos muestra hoy que la verdadera justicia de Dios es la misericordia que salva. Nos da miedo pensar que Dios es misericordia, pero Dios es misericordia, porque su justicia es la misericordia que salva, es el amor que comparte nuestra condición humana, que se hace cercano, solidario con nuestro dolor, entrando en nuestras oscuridades para restablecer la luz.
Benedicto XVI afirmó que «Dios ha querido salvarnos yendo él mismo hasta el fondo del abismo de la muerte, con el fin de que todo hombre, incluso el que ha caído tan bajo que ya no ve el cielo, pueda encontrar la mano de Dios a la cual asirse a fin de subir desde las tinieblas y volver a ver la luz para la que ha sido creado» (Homilía, 13 de enero de 2008).
Hermanos y hermanas, tenemos miedo de pensar en un justicia tan misericordiosa, pero sigamos adelante, Dios es misericordia. Su justicia es misericordia. Dejemos que Él nos tome de la mano. También nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ejercer de este modo la justicia en las relaciones con los demás, en la Iglesia, en la sociedad: no con la dureza de quien juzga y condena dividiendo las personas en buenas y malas, sino con la misericordia de quien acoge compartiendo las heridas y las fragilidades de las hermanas y de los hermanos para levantarlos. Quisiera decirlo así: no dividiendo, sino compartiendo. No dividir, sino compartir. Hagamos como Jesús: compartamos, llevemos los pesos los unos de los otros, en vez de chismorrear y destruir, mirémonos con compasión, ayudémonos mutuamente. Preguntémonos: ¿yo soy una persona que divide o que comparte? Reflexionemos: ¿soy un discípulo del amor de Jesús o un discípulo del chismorreo que divide? El chismorreo es un arma letal: mata, mata el amor, mata la sociedad, mata la fraternidad. Preguntémonos: ¿soy una persona que divide o una persona que comparte?
Y ahora recemos a la Virgen, que dio a la luz a Jesús sumergiéndolo en nuestra fragilidad para que recuperásemos la vida.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Esta mañana, siguiendo la tradición, bauticé en la Capilla Sixtina a algunos recién nacidos, hijos de empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Ahora, en la fiesta del Bautismo del Señor, me complace extender mi saludo y mi bendición a todos los niños y niñas que han recibido o recibirán el Bautismo hoy o en este período. Y al mismo tiempo renuevo a todos —a mí el primero— la invitación a celebrar la fecha en que fuimos bautizados, es decir, en que nos hicimos cristianos. Os pregunto a cada uno ¿sabéis la fecha de vuestro Bautismo? Seguro que alguno no la sabe. Preguntar a vuestros padres, familiares, padrinos: ¿cuál es la fecha de mi Bautismo? Y luego, cada año, celebrad esa fecha, porque es un nuevo cumpleaños, el cumpleaños de la fe. Esta es la tarea para hoy, para cada uno: cuál es la fecha de mi Bautismo, para poder celebrarlo.
Y ahora os saludo a vosotros, romanos y peregrinos. ¡Hay muchos polacos en la plaza!
Saludo en particular al coro “La voz de los Ángeles” de Belén. Queridos amigos, gracias de todo corazón porque, junto con vuestros cantos, traéis el “perfume de Belén” y el testimonio de la comunidad cristiana de Tierra Santa. ¡Gracias! Rezamos por vosotros y estamos a vuestro lado!
¡Y no olvidemos a nuestros hermanos y hermanas ucranianos! ¡Sufren tanto por la guerra! Esta Navidad en guerra, sin luz, sin calor, ¡sufren mucho! Por favor, no los olvidemos. Y hoy, viendo a la Virgen que tiene en su regazo al niño en el Pesebre, amamantándolo, pienso en las madres de las víctimas de la guerra, de los soldados que han caído en esta guerra en Ucrania. Las madres ucranianas y las madres rusas han perdido a sus hijos. Este es el precio de la guerra. Recemos por las madres que han perdido a sus hijos soldados, tanto ucranianas como rusas.
Os deseo a todos un feliz domingo. Nos os olvidéis, por favor, de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
1ª lectura: Animaos, los unos a los otros mientras dure este “hoy”.
Lectura de la carta a los Hebreos 3, 7-14
Hermanos:
Dice el Espíritu Santo:
«Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como cuando la rebelión, en el día de la
prueba en el desierto, cuando me pusieron a prueba vuestros padres y me provocaron, a pesar de haber
visto mis obras cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación, y dije: Siempre tienen el
corazón extraviado; no reconocieron mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso».
¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar
del Dios vivo.
Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno
de vosotros se endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos partícipes de Cristo, si conservamos
firme hasta el final la actitud del principio.
Salmo: Sal 94, 6-7c. 7d-9. 10-11
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R.
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso» R.
Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Jesús proclamaba el evangelio del reino,
y curaba toda dolencia en el pueblo. R.
Evangelio: La lepra se la quitó, y quedó limpio.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación
lo que mandó Moisés, para que sirva de testimonio».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía
entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de
todas partes.
1ª lectura: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser misericordioso.
Lectura de la carta a los Hebreos 2. 14-18
Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra
carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a
cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenia que parecerse en
todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar
los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los
que son tentados.
Salmo: Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9
R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R.
Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.
Evangelio: Curó a muchos enfermos de diversos males.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la
cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera
se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como
los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy
oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y,
al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca». Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Articulo publicado en la revista TRAPANA, revista de la Asociación de Estudios Melillenses.
Año XVII. Volumen 15. 2022
Los acontecimientos que se
...En la Base Coronel Mate se celebró este lunes 19 de marzo, en la solemnidad de San José, el 50 aniversario del Parque y Centro de Mantenimiento de
...En la noche del pasado Viernes, 10 de marzo, se celebró el Viacrucis de la Real Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio con la imagen del
...CALENDARIO PASTORAL
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