1ª lectura: A vosotras, mi rebaño, yo voy a juzgar entre oveja y oveja.
Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-12. 15-17
Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los
lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar - oráculo del Señor Dios -.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a las descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma;
pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».
En cuanto a vosotros, mi rebaño, esto dice el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y
macho cabrío».
Salmo: Sal 22, 1-2a. 2b-3. 5. 6
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar. R.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.
2ª lectura: Entregará el reino a Dios Padre, y así Dios será todo en todos.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-26. 28
Hermanos:
Cristo ha resucitó de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo
que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su
venida; después en final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado,
poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El
último enemigo en ser destruido será la muerte.
Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.
Aleluya Mt 11, 9. 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el de nuestro Padre David! R.
Evangelio: Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su
gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis,
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos
le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos
forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a
verte?”. Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos, más pequeños conmigo
lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre
y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve
desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel,
y no te asistimos?”. Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo
hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
1ª lectura: Por las desgracias que hice en Jerusalén, muero de tristeza.
Lectura del primer libro de los Macabeos 6, 1-13
En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte cuando se enteró de que había en Persia
una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos
dorados, lorigas y armas depositadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, primer rey de los
griegos.
Antioco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad,
dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle. Antioco tuvo que huir y emprendió apesadumbrado
el viaje de vuelta a Babilonia.
Cuando él se encontraba todavía en Persia, llegó un mensajero con la noticia de que la expedición militar
contra Judea había fracasado y que Lisias, que en un primer momento se había presentado como caudillo
de un poderoso ejército, había huido ante los judíos; estos, sintiéndose fuertes con las armas, pertrechos y
el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado la abominación de la desolación
construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de
antes, y habían hecho lo mismo en Bet Sur, ciudad que pertenecía al rey. Al oír este informe, el rey se asustó
y se impresionó de tal forma que cayó en cama y enfermó de tristeza, porque no le habían salido las cosas
como quería.
Allí pasó muchos días, cada vez más triste. Pensó que se moría, llamó a todos sus Amigos y les dijo:
«El sueño ha huido de mis ojos y estoy abrumado por las preocupaciones y me digo: “¡A qué tribulación
he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, que era feliz y querido cuando era poderoso! Pero
ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando todo el ajuar de plata y oro que
había allí, y enviando gente que exterminase sin motivo a los habitantes de Judea. Reconozco que por eso
me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera”».
Salmo: Sal 9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19
R. Gozaré con tu salvación, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R.
Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido. R.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá. R.
Aleluya Cf. 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte,
e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.
Evangelio: No es Dios de muertos, sino de vivos.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron
a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que
tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero
se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin
dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la
mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de
tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas
en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos
de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando
llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos:
porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.
1ª lectura: Celebraron la consagración, ofreciendo con alegría holocaustos.
Lectura del primer libro de los Macabeos 4, 36-37. 52-59
En aquellos días, Judas y sus hermanos propusieron:
«Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo». Se reunió
todo el ejército y subieron al monte Sion.
El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno (es decir, casleu), todos madrugaron
para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían reconstruido.
Precisamente en el aniversario del día en que lo habían profanado los gentiles, lo volvieron a consagrar,
cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y timbales. Todo el pueblo se postró en tierra aorando y
alabando al Cielo, que les había dado el triunfo. Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo
con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del santuario
con coronas de oro y escudos. Restauraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas.
El pueblo celebró una gran fiesta, que invalidó la profanación de los gentiles.
Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la
nueva consagración del altar con solemnes festejos, durante ocho días a partir del veinticinco del mes
de casleu.
Salmo: Sal Crón 29, 10bc. 11abc.11d-12a. 12bcd
R. Alabamos tu nombre glorioso, Señor.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos. R.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R.
Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz - dice el Señor -,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.
Evangelio: Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero
no sabían que hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.
1ª lectura: Viviremos según la alianza de nuestros padres.
Lectura del primer libro de los Macabeos 2, 15-29
En aquellos días, los funcionarios reales, encargados de imponer la apostasía, llegaron a Modín, para
que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos.
Matatías y sus hijos se reunieron aparte. Los funcionarios del rey tomaron la palabra y dijeron a Matatías:
«Tú eres un personaje ilustre, un hombre importante en esta ciudad, y estás respaldado por tus hijos y
parientes. Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los
mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de Amigos del rey; os
premiarán con oro y plata y muchos regalos». Pero Matatías respondió en voz alta:
«Aunque todos los súbditos del rey le obedezcan apostatando de la religión de sus padres, y aunque
prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la Alianza de nuestros padres.
¡Dios me libre de abandonar la ley y nuestras costumbres! No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos
de nuestra religión ni a derecha ni a izquierda». Nada más decirlo, un judío se adelantó a la vista de todos,
dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modín, como lo mandaba el rey.
Al verlo, Matatías se indignó, tembló de cólera y, en un arrebato de ira santa, corrió a degollar a aquel
hombre sobre el ara. Y, acto seguido, mató al funcionario real que obligaba a sacrificar y derribó el ara.
Lleno de celo por la ley, hizo lo que Pinjás a Zimrí, hijo de Salu. Luego empezó a decir a voz en grito por
la ciudad:
«Todo el que sienta celo por la ley y quiera mantener la Alianza, que me siga!». Y se echó al monte, con
sus hijos, dejando en la ciudad todo cuanto tenía.
Por entonces, muchos decidieron bajar al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir santamente
de acuerdo con el derecho y la justicia.
Salmo: Sal 49, 1-2. 5-6. 14-15
R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa,
Dios resplandece. R.
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R.
«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria». R.
Aleluya Cf. Sal 94, 8a. 7d
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
No endurezcáis hoy vuestro corazón
escuchad la voz del Señor. R.
Evangelio: ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco,
de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste
el tiempo de tu visita».
El pasado sábado 18 de noviembre a las 21.00 horas se celebró en la Parroquia Vaticana y Castrense de San Francisco - San Fernando - Cádiz, el V Encuentro de Corales "Logar de la Puente".
En él se dieron cita la Coral Isla Cristina PJ Mirabent de Huelva, la Coral Santeña de los Santos de Maimona de Badajoz y la Coral Logar de la Puente de San Fernando, Cádiz. Las tres corales ofrecieron al público asistente un variado y exquisito repertorio de piezas.
1ª lectura: El Creador del universo os devolverá el aliento y la vida.
Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1. 20-31
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios
para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley.
En extremo admirable y digno de recuerdo fue la madre, quien, viendo morir a sus siete hijos en el espacio
de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. Con noble actitud, uniendo un temple viril a la
ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua patria:
«Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os regalé el aliento ni la vida, ni organicé los elementos
de vuestro organismo. Fue el creador del universo, quien modela la raza humana y determina el origen de
todo. Él, por su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley». Antíoco
creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo; más aún, le juraba que si renegaba de sus
tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por Amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no le
hacía ningún el menor caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano,
habló así en su idioma patrio:
«¡Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié durante tres años
y te he alimentado hasta que te has hecho mozo! Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en
todo lo que contienen y ten presente que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el género
humano. No temas a ese verdugo; mantente a la altura de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la
misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos». Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo:
«¿Qué esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la ley dada a nuestros padres
por medio de Moisés. Pero tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás
de las manos de Dios».
Salmo: Sal 16, 1. 5-6. 8 y 15
R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
nclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
Aleluya Cf. Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo os he elegido del mundo - dice el Señor -,
para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto permanezca. R.
Evangelio: ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino
de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
“No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había
dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo:
“Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo:
“Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también:
“Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, porque eres un
hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado
y siego lo que no he sembrado? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría
cobrado con los intereses”.
Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez minas”.
Le dijeron:
“Señor, si ya tiene diez minas”.
“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos
enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Los pasados días 28 de octubre, 7 y 14 de noviembre el capellán castrense D. José María Goyarrola Queralt presidió y confirió, por delegación del Excmo. Sr. Arzobispo Castrense de España, el sacramento de la confirmación a 33 militares pertenecientes a la Brigada Líbano XXXIX, que se encuentra desplegada en el Líbano en el marco de la operación Libre Hidalgo.
Durante los meses de la misión los confirmandos han podido recibir la preparación catequética semanal necesaria, además de participar en otras actividades como la asistencia a Misa en rito maronita en la parroquia cercana de Kleyaa o la participación en la primera etapa del "Camino de Santiago libanés".
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario - 19 de noviembre de 2023
«No apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7)
1. La Jornada Mundial de los Pobres, signo fecundo de la misericordia del Padre, llega por séptima vez para apoyar el camino de nuestras comunidades. Es una cita que la Iglesia va arraigando poco a poco en su pastoral, para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio. Cada día nos comprometemos a acoger a los pobres, pero esto no basta. Un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte. Por eso, el domingo anterior a la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, nos reunimos en torno a su Mesa para recibir de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres.
1ª lectura: Legaré un noble ejemplo para que aprendan a arrostrar una muerte noble, por amor a nuestra Ley.
Lectura del segundo libro de los Macabeos 6, 18-31
En aquellos días, Eleazar era uno de los principales maestros de la Ley, hombre de edad avanzada y
semblante muy digno. Le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo.
Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al
suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.
Quienes presidían este impío banquete, viejos amigos de Eleazar, movidos por una compasión ilegítima, lo
llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera
haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y,
dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus
años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre
todo, digna de la ley santa dada por Dios, respondió coherentemente, diciendo enseguida:
«¡Enviadme al sepulcro! No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a
los noventa años ha apostatado y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con
mi mal ejemplo.
Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no
me libraría de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré
digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente
una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable ley». Dicho esto, se fue enseguida al suplicio.
Los que lo llevaban, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar, cambiaron en
dureza su actitud benévola de poco antes.
Pero él, a punto de morir a causa de los golpes, dijo entre suspiros:
«Bien sabe el Señor, dueño de la ciencia santa, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi
cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y que en mi alma los sufro con gusto por temor de él».
De esta manera terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino a la mayoría de la nación, un ejemplo
memorable de heroísmo y de virtud.
Salmo: Sal 3, 2-3. 4-5. 6-7
R. El Señor me sostiene.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios». R.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. R.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío. R.
Aleluya 1Jn 4, 10b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Dios nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados. R.
Evangelio: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo
lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un
sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar
y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, y dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo
cuatro veces más». Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del
hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
1ª lectura: Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Lectura del primer libro de los Macabeos 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64
En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma
como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces surgieron en Israel hijos apóstatas que convencieron a muchos:
«Vayamos y pactemos con las naciones vecinas, pues desde que nos hemos aislado de ellas nos han venido
muchas desgracias». Les gustó la propuesta y algunos del pueblo decidieron acudir al rey.
El rey les autorizó a adoptar la legislación pagana; y entonces, acomodándose a las costumbres de los
gentiles, construyeron en Jerusalén un gimnasio, disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza
santa, se asociaron a los gentiles y se vendieron para hacer el mal.
El rey decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su reino, obligando a cada uno a abandonar
la legislación propia. Todas las naciones acataron la orden del rey e incluso muchos israelitas adoptaron
la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
El día quince de casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco mandó poner sobre el altar de los
holocaustos la abominación de la desolación; y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del
contorno. Quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas. Rasgaban y echaban al fuego
los libros de la ley que encontraban; al que descubrían en casa un libro de la Alianza, y a quien vivía de
acuerdo con la ley, lo ajusticiaban según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron,
haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros. Prefirieron la muerte antes que contaminarse
con aquellos alimentos y profanar la Alianza santa. Y murieron.
Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Salmo: Sal 118, 53. 61. 134. 150. 155. 158
R. Dame vida, Señor, para que observe tus preceptos.
Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu ley. R.
Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu ley. R.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus mandatos. R.
Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu ley. R.
La justicia está lejos de los malvados
que no buscan tus decretos. R.
Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus palabras. R.
Aleluya Cf. Jn 8, 12b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo - dice el Señor -;
el que me sigue tendrá la luz de la vida. R.
Evangelio: «¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que recobre la vista».
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír
que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno». Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca,
le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?». Él dijo:
«Señor, que recobre la vista». Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Hoy conmemoración de la festividad de la Inmaculada Concepción, se publica oficialmente el Decreto de Concesión de la Cruz Fidelitas 2023. Este
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...El pasado 4 de diciembre, se celebró en el MHQ de Bamako (Malí) una solemne Eucaristía en honor a Santa Bárbara, patrona de la Artillería española.
El
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