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El pasado 31 de enero, festividad de San Juan Bosco, Patrón de la Brigada Logística y de los Especialistas del Ejército de Tierra, se celebró en la Basílica-Catedral de Nuestra Señora del Pilar, una ofrenda a la Virgen que comenzó con la lectura de la misma por parte del General Jefe de la Brigada Logística, y a continuación se realizó la ofrenda floral a los pies de la Virgen.

1ª lectura: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.

Lectura del libro del Génesis 1, 20-2, 4a

Dijo Dios:

«Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo».

Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo
según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Luego los bendijo Dios, diciendo:

«Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra». Pasó
una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Dijo Dios:

«Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies». Y
así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:

«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo,
los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó,
varón y mujer los creó.

Dios los bendijo; y les dijo Dios:

«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo
y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios:

«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los
árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierva verde servirá de alimento a
todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que
respira». Y así fue.

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.

Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda
la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de
toda la obra que Dios había hecho cuando creó. Esta es la historia del cielo y de la tierra
cuando fueron creados.

Salmo: Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9
R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!


Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar que trazan sendas por el mar. R.

Aleluya Sal 118, 36a. 29b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Inclina mi corazón, oh, Dios, a tus preceptos;
y dame la gracia de tu ley. R.

Evangelio: Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de
los hombres.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron
que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como
los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de
sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones,
de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos
impuras?». Él les contestó:

«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para
aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:

«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu
padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero
vosotros decís: “Si uno le dice a su padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte
son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o
por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y
hacéis otras muchas cosas semejantes». 

1ª lectura: Dijo Dios, y así fue.

Comienzo del libro del Génesis 1, 1-19

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie
del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Dijo Dios:

«Exista la luz». Y la luz existió.

Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la
tiniebla llamó «noche». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios:

«Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas».

E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del
firmamento. Y así fue.

Llamó Dios al firmamento «cielo».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Dijo Dios:

«Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco». Y así fue.

Y llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas la llamó «mar». Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:

«Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto
según su especie y que lleven semilla sobre la tierra». Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y
llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Dijo Dios:

«Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días
y los años; y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir
la noche, y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día
y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Salmo: Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 24 y 35c
R. Goce el Señor con sus obras.

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús proclamaba el evangelio del reino,
y curaba toda dolencia del pueblo. R.

Evangelio: Los que lo tocaban se curaban.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.

Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba
la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.

En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban
que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.

1ª lectura: Surgirá tu luz como la aurora.

Lectura del libro de Isaías 58, 7-10

Esto dice el Señor:

«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo y no te
desentiendas de los tuyos.

Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas; ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor, y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”.

Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo
tuyo y sacies el alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía».

Salmo: Sal 111, 4-5. 6-7. 8a y 9
R. El justo brilla en las tinieblas como una luz.

En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. R.

Porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor. R.

Su corazón está seguro, sin temor.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad. R.

2ª lectura: Os anuncié el misterio de Cristo crucificado.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 1-5

Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime
elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este
crucificado.

También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue
con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe
no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Aleluya Cf. Jn 8, 12b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy la luz del mundo - dice el Señor -;
el que me sigue tendrá la luz de la vida. R.

 

Evangelio: Vosotros sois la luz del mundo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que
para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero
y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».

1ª lectura: Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor, os confirme en todo bien.

Lectura de la carta a los Hebreos 13, 15-17. 20-21

Hermanos:

Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de
unos labios que confiesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son
los sacrificios que agradan a Dios.

Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables;
así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía.

Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor
nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad,
realizando en nosotros lo que es de su agrado, por medio de Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.

Salmo: Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5. 6
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz - dice el Señor -,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

Evangelio: Andaban como ovejas que no tienen pastor.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían
hecho y enseñado.

Él les dijo:

«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca
a solas a un lugar desierto.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra
a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ellos, porque
andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

El pasado sábado 28 de enero, fiesta de Santo Tomás de Aquino, los grupos del Arzobispado Castrense de jóvenes universitarios Grupo Joven Castrense y de jóvenes profesionales del Grupo Pray and Share se unieron para disfrutar de una jornada cultural centrada en el arte religioso de su muy querida Villa de Madrid.

1ª lectura: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.

Lectura de la carta a los Hebreos 13, 1-8

Hermanos:

Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.

Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en
su carne. Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros
Dios los juzgará. Vivid sin ansía de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:

«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir:

«El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?».

Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e
imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.

Salmo: Sal 26, 1bcde. 3. 5. 8c-9abcd
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mí luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R.

Aleluya Cf. Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
con un corazón noble y generoso,
la guardan y dan fruto con perseverancia. R.

Evangelio: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:

«Juan el Bautista ha resucitado, de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Otros decían:

«Es Elías». Otros:

«Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía:

«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía
que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo
que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con
gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales
y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró:

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».

La madre le contestó:

«La cabeza de Juan el Bautista».

Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:

«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le
mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza
en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos
fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

1ª lectura: Llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando.

Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4

Esto dice el Señor:

«Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mi.

De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la
alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.

¿Quién resistirá el día de su llegada?, ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego
de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas
y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas. Entonces agradará al Señor
la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño».

Salmo: Sal 23, 7. 8. 9. 10
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, valeroso en la batalla. R.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. R.

Aleluya Lc 2, 32
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel. R.

 

Evangelio: Mis ojos han visto a tu Salvador.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron
a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito
varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de
tórtolas o dos pichones».

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el
consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no
vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban
con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos
y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu
Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María,
su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de
contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los
pensamientos de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De
joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también
a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron
todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su
parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

 

1ª lectura: El Señor reprende a los que ama.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 4-7. 11-15

Hermanos:

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado, y habéis olvidado la exhortación
paternal que os dieron:

«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión; porque el Señor
reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos». Soportáis la prueba para vuestra corrección,
porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero, luego produce fruto apacible
de justicia a los ejercitados en ella.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana:
así el pie cojo no se retuerce, sino que se cura. Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie
verá al Señor.

Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño,
contaminando a muchos.

Salmo: Sal 102, 1bc-2. 13-14. 17-18a
R. La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.

Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz - dice el Señor -,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

Evangelio: No desprecian a un profeta más que en su tierra.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:

«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan
sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y
sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:

«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba
de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

El pasado sábado 28 de enero, se celebró en la Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas la santa misa funeral en memoria y sufragio por Monseñor Don Juan del Rio, con motivo de cumplirse el 2º aniversario de su fallecimiento.

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