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En la mañana del 17 de enero, memoria de san Antonio Abad se procedió a la bendición de los animales de la UME (Unidad Militar de Emergencia) presidida por el capellán Juan Carlos Pinto. Estuvieron presentes: El coronel Manuel Maldonado Pardo jefe del RAIEM. Al acto han asistido los jefes de las unidades UME de Torrejón (además del RAIEM, los jefes de BIEM I, BTUME y UCG, y el Mayor de la UME. También asistieron todos los Cuadros de Mando que voluntariamente desearon asistir. Con recogimiento y devoción presenciaron la bendición de los animales que en plantilla tiene la UME en la Base Aérea de Torrejón.
El Papa Francisco ha elegido como lema para esta Jornada del domingo 15 de enero de 2017: “Menores migrantes, vulnerables y sin voz”. Ciertamente, los pequeños son quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración: “muy a menudo, los niños llegan solos a los países de destinación y no siendo capaces de hacer escuchar la propia voz se vuelven fácilmente víctimas de graves violaciones de los derechos humanos”.
El episodio del rio Jordán, donde Jesús se hizo bautizar lo encontramos en los cuatros evangelistas: ¿Cómo Aquel que va redimir al hombre y no debe tener pecado, realiza este gesto de purificación? Para manifestar desde el principio de su vida pública su solidaridad con todos los pecadores. Su misión no será otra que donde “abundó el pecado, sobre abunde la gracia” (Rom 5,20). Él, por ser de naturaleza divina, estaba libre de pecado, no necesitaba ninguna ceremonia catártica. De está manera, el bautismo pasa a ser para el cristiano la inmersión total en la vida de Jesucristo.
El milagro de la Teofanía en el Bautismo del Señor continúa realizándose en el seno de la comunidad de sus discípulos. Porque mediante el bautismo en Cristo, somos incorporados a su Cuerpo que es la Iglesia. En ella, recibimos del don de la fe y la gracia de los sacramentos, somos consolados con el bálsamo del perdón y del reencuentro con Dios, se percibe el gozo de la asamblea de los bautizados y bajo su “sombra” caminamos en este “valle de lagrimas” hacia la patria celestial donde esperamos encontrarnos con la “Gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tit 3,4).
Estamos ante un hecho de la vida de Jesús, que contiene en sí algo profundamente misterioso y que reclama una actualización continua en nuestras vidas. Preguntémonos:¿cómo vivimos nuestro bautismo? ¿Somos apóstoles y testigos ante el mundo de esta hermosa realidad de ser “hijos en el Hijo”? La gracia bautismal debe marcar toda nuestra existencia cristiana.
Por eso mismo, lo primero que debemos percatarnos es que la conversión y purificación personal es algo sustancial para descubrir y aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Segundo, quienes acogen a Jesús, han de realizar también su propia misión, que no es otra que prolongar en el mundo la liberación de las ataduras del pecado que esclaviza a la humanidad. Tercero, la vida cristiana tiene como uniforme la humildad, porque lo nuestro no es seguir e imitar a los poderosos de este mundo, sino a Aquel que siendo de condición divina “fue contado entre pecadores”. De ahí que, por el sacramento del Bautismo debemos ser “otro Cristo” para los demás.
Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España
La no violencia: un estilo de política para la paz es el lema que el papa Francisco ha querido dar al mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 2017 a celebrar el día 1 de enero. Como viene siendo habitual en nuestro Arzobispado Castrense de España, por razones pastorales lo trasladamos al domingo 8 de enero, solemnidad del Bautismo de Jesús. La Santa Misa de ese día será retrasmitida desde nuestra Catedral Castrense por Televisión Española 2, a las 10:30 de la mañana.
Este año llegamos al medio siglo desde el inicio de esta feliz decisión de Pablo VI. ¿Qué han significado estas Jornadas de la Paz para el mundo y para la Iglesia? Se puede afirmar que han contribuido a una mayor toma de conciencia de que entre todos debemos construir un mundo más pacífico, donde quede desterrada la violencia y la venganza.
Estas cinco décadas de mensajes pontificios con motivo de esta efeméride anual componen una fuente de actualización y desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia, y demuestran su constante acción en favor de la cultura de la paz. Ella tiene como base los deberes de justicia; está sostenida por el propio sacrificio personal y comunitario; posee como rostro: el diálogo, el respeto, la comprensión, la tolerancia, en definitiva, el amor.
El magisterio pontificio de estas Jornadas, desde Pablo VI a Francisco, transpira una preocupación de base: el futuro del cristianismo y de sus instituciones pasa por la cultura de la paz, como espacio decisivo y renovado en la misión de la Iglesia.
Así pues, la paz no es un sueño puramente ideal, no es un estado de ataraxia pública. “Es y debe ser una realidad; una realidad mutable y que se debe crear en cada periodo de la civilización, como el pan que nos alimenta, fruto de la tierra y de la divina Providencia, pero a la vez obra del hombre trabajador… La paz es un equilibrio que se sostiene en el movimiento y que despliega constantes energías de espíritu y de acción; es una fortaleza inteligente y siempre viva” (Pablo VI).
Juan del Río Martín.
Arzobispo Castrense de España.
Sucedió hace más de veinte siglos, pero continua acaeciendo en los portales y recovecos de nuestras calles: No hay posada para ellos, como no lo hubo para José y María (cf. Lc 2,7). Ahí están, los sin techos, los inmigrantes, los refugiados, los menesterosos del mundo….
Aquella pareja de desplazados de Nazaret a la ciudad de David, esperaban un hijo, y resulto que el alumbramiento tuvo lugar en la humildad de un pesebre. También hoy nace Dios en aquellos que padecen la cultura del descarte (papa Francisco). ¿Quiénes son? Hijos de Dios y hermanos nuestros. Sin embargo, por circunstancia personales, o bien porque fueron cautivos de acciones y estructuras injustas, ellos han quedado al borde del camino. Sus rostros reflejan las tristezas de unas vidas rotas, de unas almas doloridas, y de unos sentimientos envueltos en el desamor. Han sufrido tanto, que en ocasiones se ven incapacitados para aceptar un cobijo, una ayuda fraterna, o el auxilio de la asistencia social. Las luces festivas parecen no brillar para estas personas, porque sus ojos están cansado de tanto llorar.
A pesar de tanta indiferencia hacia las periferias sociales y existenciales, el Acontecimiento Salvador de Belén no ha ocurrido en vano, la caridad no se ha apagado en este frio mundo. Sigue habiendo gente generosa, como los pastores y los magos que recibieron la Buena Nueva del nacimiento de Jesús. Así, no faltaran en estos días, grupos de voluntarios cristianos que lleven una comida caliente al cobertizo del pobre en la noche santa de Navidad. Familias solidarias que todos los años sientan en su mesa navideña al anciano solitario o al inmigrante que tuvo que abandonar su país. Grupos samaritanos parroquiales y de otras instituciones eclesiales y humanitarias, que alentaran la esperanza a los enfermos, sembraran regocijo y cercanía a los que están privados de libertad, brindarán su compañía a las victimas de las familias rotas, darán gozosos regalos a los niños que no han podido conocer a su papa y mama.
Esta es nuestra alegría: ¡La Natividad del Niño Dios nos ha traído la Caridad a la humanidad!
Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España
Fue san Francisco de Asís el primero que montó un gran belén la Nochebuena de 1223. Con ello quería significar la hermosura de Dios que se hace hombre en la pobreza de un establo, donde animales, sencillos pastores se conjuga con los sabios venidos de Oriente y con los coros de los ángeles que anuncia la paz en la tierra por el nacimiento del Mesías, del Emanuel, del Dios con nosotros.
El arte, la fe cristiana y la cultura de cada país se han fundido y ha originado diversas tradiciones belenistas que van desde los belenes napolitanos, hispánicos, latinoamericanos etc.. los cuales podemos contemplar en los diversos expositores del comercio, establecimientos y en nuestros propios hogares. Gran parte de las escenas de los nacimientos vienen de los evangelios apócrifos, porque lo que se intenta es reflejar un lugar y una situación relacionada con una historia real e irrepetible que: Jesús de Nazaret vino al mundo en Belén de Judá en el seno de una familia humilde formada por María y José. Ese Niño, que llora como los demás niños, es signo de contradicción desde su llegada entre nosotros, para unos será piedra de escandalo y tropiezo y para otros, causa de salvación, por ser Dios y Hombre verdadero.
Ahora, bien, pasemos de las imágenes de nuestro belenes hogareños a convertir la vida personal y la de nuestro alrededor en auténticos nacimientos vivientes. ¿Qué estamos representamos cada uno de nosotros? Para ello, miremos con los ojos de Jesús lo que sucede en nuestra sociedad y pronto nos percataremos que: muchos no tienen posada, cabida entre nosotros, porque como dice el papa Francisco pertenecen a la cultura del descarte.
También, hay muchas familias que luchan por la vida desde el primer instante y poderosos de turnos, como Herodes, que ven en todo nacido una amenaza para sus intereses. Algunos, como las autoridades religiosas judías, pensaban que el Mesías vendrían con signos espectaculares y Dios les sorprendió en la oscuridad de la noche, dándoles la Luz de su amor. Desde ese acontecimiento salvador, vendrán de Oriente y Occidente los humildes y los buscadores de la verdad, como los Magos, para descubrir Aquel que es: “el camino, la verdad y la vida” de todos los tiempos. ¡También para ti en este momento!
Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España
Este tiempo litúrgico que va desde el primer domingo de Adviento a la solemnidad del bautismo de Jesús, es propicio para cultivar cuatro actitudes básicas cristianas: esperanza, alegría, oración, paciencia
¿Dónde está el tesoro de nuestra vida? Nuestra sociedad vive atrapada por la autosuficiencia materialista de sus propias conquistas que le hace prescindir de Dios y de la esperanza en la vida eterna. Sin estas dos referencias claves, solo puede haber soledad, desesperación y olvido de los demás. Por eso mismo, los cristianos hemos de crecer en signos y obras que hablen de nuestra fe en Dios salvador y de la esperanza como motor de nuestra existencia humana y cristiana. Sin un horizonte final ¿Qué sentido tiene la vida y las luchas de cada día? Decía san Juan Pablo II, “cuando muere la esperanza desaparecen las culturas”.
Esperar y celebrar la venida del Mesías, de nuestro Redentor, ¿qué sentimientos puede provocar sino la alegría? No nos referimos a un simple y pasajero estado de ánimo, que tiene su valor en sí y que es humano disfrutarlo, sino que hablamos de ese gozo que se siente en el corazón cuando percibimos que nuestra vidas están aseguradas en las buenas manos de Dios. Esto produce tranquilidad de conciencia, paz en el alma y entrega generosa hacia los demás. La tristeza, oscurece la mente, endurece el corazón y nos distancia de los otros.
El Adviento-Navidad invita a vivir más intensamente el espíritu de oración, a través de una mayor escucha de la Palabra de vida y del arrepentimiento de nuestros pecados en el Sacramento de la reconciliación. Además, procurando encontrar largos tiempos de silencios orantes, donde podamos presentar ante el Señor la debilidad humana de nuestra condición y a la vez sentir el suave aliento sanador de su infinita misericordia. Benedicto XVI, afirmaba: “Quien reza, no está solo”.
Por último, acrecentar la virtud de la paciencia en este periodo religioso, es continuar avanzando en la vida cristiana a pesar de que las cosas no sean fáciles, ni salgan a la primera. Es aceptarse uno mismo y progresar diariamente en la justicia con el prójimo. Sin olvidar que “en la paciencia de Dios somos salvados”.
Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España
Procedente de la tradición religiosa popular del norte de Europa, se ha universalizado este signo que ayuda a visualizar el tiempo litúrgico de Adviento-Navidad en nuestras casas e iglesias. Encierra una honda carga espiritual y catequética en cada uno de los elementos que la componen.
El anillo en forma de corona con ramas de árbol perenne, nos recuerda que el amor de Dios es eterno. El color verde de las ramas es la esperanza de que un día nos fundiremos en ese amor divino. Las velas va en consonancia con los colores litúrgico de cada uno de los cuatro domingo de Adviento, y se va encendiendo una a una cada semana. En alguno casos, también se pone en el centro una quinta vela blanca, más vistosa que se enciende la noche de Navidad y que representa la luz de Belén que ilumina a todos los hombres de buena voluntad. También, puede añadirse manzanas rojas y flores invernales, las cuales evocan que ha desaparecido la caída original del viejo jardín del Edén. Porque, la luz del nuevo Adán, Cristo, Dios encarnado, ha iluminado aquella oscuridad de muerte y pecado que habitaba en el corazón humano. Por último, el lazo rojo simboliza el amor a Dios y al prójimo lo envuelve todo.
No estamos ante ningún rito litúrgico, sino frente a una rica y sencilla simbología que de por si sola, nos centra en lo esencial de la espiritualidad del Adviento-Navidad: conversión, esperanza, gozo e iluminación. A la vez, es un reclamo para la oración personal, familiar o en grupos alrededor del mensaje de la celebración dominical. Cada la luz nueva que se va encendiendo, nos va anunciando la proximidad del acontecimiento histórico más grande de todos los siglos: ¡Que Dios se ha hecho Hombre!
El sencillo acto de ir iluminando la corona de Adviento en nuestros hogares, puede ir acompañado de cantos, lectura bíblica y plegaria en común. En los templos, un buen momento para encender los cirios correspondientes es al comenzar la misa, después del saludo y de las palabras introductorias. Todo ello, nos ayudará a recuperar el sentido cristianos de la Navidad.
Juan del Río Martín.
Arzobispo Castrense de España
Muchas han sido las gracias recibidas a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, donde toda la Iglesia ha mirado al corazón del Padre, fuente inagotable de amor misericordioso para con los hombres. Los católicos hemos tenido la oportunidad de redescubrir lo esencial de nuestra fe que: ”Dios es amor, predica amor, y envía amor”. La misma Iglesia es ante todo: “Misterio del amor de Dios a los hombres”. Por lo tanto, en las relaciones con nuestros semejantes ha de estar la marca de la caridad: “Si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,11).
Todo ello, no quiere decir que estemos ante una concepción del cristianismo puramente sentimental o etéreo. Profesar que Dios es Amor, es lo más concreto y realista que se puede decir, porque Él lo ha demostrado primero: “tanto amó Dios al mundo que nos envío a su Hijo” (Jn 3,16). Jesucristo, por su encarnación redentora ha manifestado al mundo que la misericordia del Padre siempre es cabal y se expresa a través de las Obras de misericordia corporales, que es actuar con los sentimientos de Jesús, con los pobres y necesitados: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Pero el ser humano, es espíritu encarnado, y no debemos olvidar las Obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las molestias del prójimo, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. ¡Este es el permanente Plan pastoral que debe conducir siempre a la Iglesia!
Este domingo comienza en el nuevo Año litúrgico, se inicia con las cuatros semanas del Adviento centrada en la triple esperanza gozosa: del Dios humanado que vino, El que se hace presente en su Iglesia y El que vendrá al final de los tiempos. Todo ello, muestra cómo la misericordia divina nunca concluye, sino que es eterna para esta humanidad redimida.
Juan del Rio Martín.
Arzobispo Castrense de España
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