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03/08/2023 - Jueves de la 17ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: La nube cubrió la Tienda del Encuentro, y la gloria del Señor la llenó.

Lectura del libro del Éxodo 40, 16-21. 34-38

En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado.

El día uno del mes primero del segundo año fue erigida la Morada. Moisés erigió la Morada,
colocó las basas, puso los tablones con sus travesaños y plantó las columnas; montó la tienda sobre
la Morada y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había manado a Moisés. Luego
colocó el Testimonio en el Arca, sujetó los varales al Arca y puso el propiciatorio encima del Arca.

Después trasladó el Arca de la Morada, puso el velo de separación para cubrir el Arca del Testimonio;
como el Señor había mandado a Moisés.

Entonces la nube cubrió la Tienda del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada.

Moisés no pudo entrar en la Tienda del Encuentro, porque la nube moraba sobre ella y la gloria
del Señor llenaba la Morada.

Cuando la nube se alzaba de la Morada, los hijos de Israel levantaban el campamento, en todas
las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, ellos esperaban hasta que se alzase.

De día la nube del Señor se posaba sobre la Morada, y de noche el fuego, en todas sus etapas,
a la vista de toda la casa de Israel.

Salmo: Sal 83, 3. 4. 5-6a y 8a. 11

R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R.

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados. R.

Aleluya Cf. Hch 16, 14b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Abre, Señor, nuestro corazón,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo. R.

Evangelio: Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de
peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos
los tiran.

Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

¿Habéis entendido todo esto?» Ellos le responden:

«Sí».

Él les dijo:

«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia
que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

1ª lectura: Al ver la cara de Moisés, no se atrevieron a acercarse a él.

Lectura del libro del Éxodo 34, 29-35

Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas de la alianza en la mano, no sabía que
tenía radiante la piel de la cara, de haber hablado con el Señor. Pero Aarón y todos los israelitas
vieron a Moisés con la piel de la cara radiante, y no se atrevieron a acercarse a él.

Cuando Moisés los llamó, se acercaron Aarón y los jefes de la comunidad, y Moisés les habló.

Después se acercaron todos los israelitas, y Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le habla
dado en el monte Sinaí.

Y, cuando terminó de hablar con ellos, se echó un velo por la cara.

Cuando entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la salida.

Cuando salía, comunicaba a los israelitas lo que le habían mandado. Los israelitas veían la piel de
su cara radiante, y Moisés se volvía a echar el velo por la cara, hasta que volvía a hablar con Dios.

Salmo: Sal 98, 5. 6. 7. 9

R. Santo eres, Señor, Dios nuestro.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies: Él es santo. R.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía. R.

Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio. R.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios. R.

Aleluya Jn 15, 15b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

A vosotros os llamo amigos - dice el Señor -
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. R.

Evangelio: Vende todo lo que tiene y compra el campo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve
a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de
gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

01/08/2023 - Martes de la 17ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: El Señor hablaba con Moisés cara a cara.

Lectura del libro del Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28

En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento,
y la llamó «Tienda del Encuentro». El que deseaba visitar al Señor, salía fuera del campamento y se
dirigía a la Tienda del Encuentro.

Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la entrada
de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que este entraba en la tienda. En cuanto Moisés entraba en
la tienda, la columna de nube bajaba y se detenía a la entrada de la tienda, mientras el Señor hablaba
con Moisés. Cuando el pueblo veía la columna de nube a la puerta de la tienda, se levantaba y se
postraba cada uno a la entrada de su tienda.

El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después Moisés
volvía al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba del interior de
la tienda.

Moisés se quedó en la presencia del Señor, y pronunció su nombre.

El Señor pasó ante él proclamando:

«Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, que
mantiene la clemencia hasta la milésima generación, que perdona la culpa, el delito y el pecado, pero
no los deja impunes y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta
generación». Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra.

Y le dijo:

«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz;
perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».

Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: sin comer pan ni beber
agua; y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las Diez Palabras.

Salmo: Sal 102, 6-7. 8-9. 10-11. 12-13

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen. R.

Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo;
todo el que lo encuentra vive para siempre. R.

 

Evangelio: Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final
de los tiempos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.

Los discípulos se le acercaron a decirle:

«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».

Él les contestó:

«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla
son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la
siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.

Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos:

el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos
y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el
llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el
reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra la parábola de un comerciante en busca de perlas preciosas. Él, dice Jesús, "encontró una perla de gran valor, fue, vendió todos sus bienes y la compró" (Mt 13,46). Detengámonos un poco en los gestos de este comerciante, que primero busca, luego encuentra y finalmente compra.

Primer gesto: buscar. Es un comerciante emprendedor, que no se queda quieto, sino que sale de su casa y se pone a buscar perlas preciosas. No dice: "Me conformo con las que ya tengo", sino que busca otras más bellas. Y esto nos invita a no encerrarnos en la costumbre, en la mediocridad de los que se conforman, sino a reavivar el deseo, para que el deseo de buscar, de seguir adelante no se extinga, a cultivar los sueños de bien, a buscar la novedad del Señor, porque el Señor no es repetitivo, siempre trae novedad, la novedad del Espíritu, siempre hace nuevas las realidades de la vida (cf. Ap 21,5). Y nosotros debemos tener esta actitud: buscar.

El segundo gesto del comerciante es encontrar. Es una persona prudente, que "tiene ojo" y sabe reconocer una perla de gran valor. No es fácil. Pensemos, por ejemplo, en los fascinantes bazares orientales, donde los bancos, llenos de mercancías, se sitúan a lo largo de las paredes de las calles abarrotadas de gente; o en algunos de los puestos que se ven en muchas ciudades, llenos de libros y objetos diversos. A veces, en estos mercados, si uno se detiene a mirar bien, puede descubrir tesoros: cosas muy valiosas, volúmenes raros que, mezclados con todo lo demás, uno no advierte a primera vista. Pero el mercader de la parábola tiene buen ojo y sabe encontrar, sabe "discernir" para encontrar la perla. Esto también es un aprendizaje para nosotros: cada día, en casa, en la calle, en el trabajo, de vacaciones, tenemos la oportunidad de vislumbrar el bien. Y es importante saber encontrar lo que vale: entrenarnos para reconocer las gemas preciosas de la vida y distinguirlas de las baratijas. ¡No desperdiciemos el tiempo y la libertad en cosas triviales, pasatiempos que nos dejan vacíos por dentro, mientras la vida nos ofrece cada día la perla preciosa del encuentro con Dios y con los demás! Es necesario saber reconocerla: discernir para encontrarla.

Y el último gesto del comerciante: compra la perla. Al darse cuenta de su inmenso valor, vende todo, sacrifica todos sus bienes para tenerla. Cambia radicalmente el inventario de su almacén; no queda nada más que esa perla: es su única riqueza, el sentido de su presente y de su futuro. Esto también es una invitación para nosotros. Pero, ¿cuál es esa perla por la que se puede renunciar a todo, de la que nos habla el Señor? Esta perla es Él mismo, es el Señor! Buscar al Señor y encontrar al Señor, encontrar al Señor, vivir con el Señor. La perla es Jesús: Él es la perla preciosa de la vida, que hay que buscar, encontrar y hacer propia. Merece la pena invertirlo todo en Él, porque, cuando uno encuentra a Cristo, la vida cambia. Si te encuentras con Cristo, te cambia la vida.

Retomemos entonces los tres gestos del mercader -buscar, encontrar, comprar- y hagámonos algunas preguntas. Buscar: ¿yo, en mi vida, estoy en búsqueda? ¿Me siento bien, conforme, o entreno mi deseo por el bien? ¿Estoy en una “jubilación espiritual”? ¡Cuántos jóvenes están “jubilados”! Segundo gesto, encontrar: ¿me ejercito en discernir lo que es bueno y viene de Dios, sabiendo renunciar a lo que me deja poco o nada? Por último, comprar: ¿sé gastarme por Jesús? ¿Está Él en primer lugar para mí, es Él el mayor bien de la vida? Sería bonito decirle hoy: "Jesús, Tú eres mi mayor bien". Cada uno, en su corazón, diga ahora: “Jesús, Tú eres mi mayor bien”.

Que María nos ayude a buscar, encontrar y abrazar a Jesús con todo nuestro ser.

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Después del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos dos Jornadas Mundiales convocadas por la ONU: el Día de la Amistad y el Día contra la Trata de Seres Humanos. El primero promueve la amistad entre pueblos y culturas; el segundo combate el delito que convierte a las personas en mercancía. La trata es una terrible realidad que afecta a demasiadas personas: niños, mujeres, nietos, trabajadores... tantas personas explotadas. Todos ellos viven en condiciones inhumanas y sufren la indiferencia y el rechazo de la sociedad. Hay tanta trata en el mundo de hoy. Dios bendiga a los que se comprometen para luchar contra la trata.

No dejemos de rezar por la atormentada Ucrania, donde la guerra destruye todo, incluso el trigo. Esto es una grave ofensa a Dios, pues el trigo es Su don para alimentar a la humanidad; y el clamor de millones de hermanos y hermanas que padecen hambre se eleva al Cielo. Hago un llamamiento a mis hermanos, las autoridades de la Federación Rusa, para que se restablezca la iniciativa del Mar Negro y el trigo sea transportado con seguridad.

El próximo 4 de agosto se cumplirán tres años de la devastadora explosión en el puerto de Beirut. Renuevo mi oración por las víctimas y sus familias, que buscan verdad y justicia, y espero que la compleja crisis del Líbano pueda encontrar una solución digna de la historia y de los valores de ese pueblo. No olvidemos que el Líbano es también un mensaje.

Les pido que me acompañen con su oración en el Viaje a Portugal, que realizaré a partir del próximo miércoles, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud. Tantos jóvenes, de todos los continentes, vivirán la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos, guiados por la Virgen María, que después de la Anunciación "se levantó y partió sin demora" (Lc 1,39). A Ella, estrella luminosa del camino cristiano, tan venerada en Portugal, encomiendo los peregrinos de la JMJ y todos los jóvenes del mundo.

Y ahora saludo a ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países. Saludo en particular al coro de niños de Veliko Tarnovo, Bulgaria, y al grupo de jóvenes de México; así como a los adolescentes de Biadene y Caonada. Y saludo a los chicos de la Inmaculada.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta luego!

 

 

1ª lectura: Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo, haciéndose dioses de oro.

Lectura del libro del Éxodo 32, 15-24. 30-34

En aquellos días, Moisés se volvió y bajó del monte con las dos tablas del testimonio en la mano.

Las tablas estaban escritas por ambos lados; eran hechura de Dios, y la escritura era escritura de Dios
grabada en las tablas.

Al oír Josué el griterío del pueblo, dijo a Moisés:

«Se oyen gritos de guerra en el campamento».

Contestó él:

«No es grito de victoria, no es grito de derrota, que son cantos lo que oigo».

Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, encendido en ira, tiró las tablas
y las rompió al pie de la montaña.

Después agarró el becerro que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó
en agua y se lo hizo beber a los hijos de Israel.

Moisés dijo a Aarón:

«¿Qué te ha hecho este pueblo, para que nos acarreases tan enorme pecado?». Contestó Aarón:

«No se irrite mi señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: “Haznos un Dios que vaya
delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado.” Yo
les dije: “Quien tenga oro que se desprenda de él y me lo dé; yo lo eché al fuego, y salió este
becerro”». Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo:

«Habéis cometido un pecado gravísimo; pero ahora subiré al Señor a expiar vuestro pecado.»
Volvió, pues, Moisés al Señor y le dijo:

«Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo, haciéndose dioses de oro. Pero ahora, o perdonas
su pecado o me borras del libro de tu registro». El Señor respondió:

«Al que haya pecado contra mí lo borraré del libro. Ahora ve y guía a tu pueblo al sitio que te
dije; mi ángel irá delante de ti; y cuando llegue el día de la cuenta, les pediré cuentas de su pecado».

Salmo: Sal 105, 19-20. 21-22. 23

R. Dad gracias al Señor porque es bueno.

En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R.

Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R.

Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Por propia iniciativa el padre nos engendró
con la palabra de la verdad,
para que seamos como una primicia de sus criaturas. R.

 

Evangelio: El grano de mostaza se hace un árbol hasta el punto de que los pájaros
del cielo anidan en sus ramas.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:

«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo;
aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un
árbol hasta el punto de que vienen los pájaros a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola:

«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina,
hasta para que todo fermenta».

Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se
cumpliera lo dicho por medio del profeta:

«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

1ª lectura: Pediste para ti inteligencia.

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció de noche en sueños a Salomón y le dijo:

«Pídeme lo que deseas que te dé».

Salomón respondió:

«Señor mi Dios: Tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David, mi padre, pero yo soy un muchacho
joven y no sé por dónde empezar o terminar. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste,
un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón
atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer
justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?». Agradó al Señor esta súplica de Salomón.

Entonces le dijo Dios:

«Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus
enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un
corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes de ti ni surgiera otro igual después de ti».

Salmo: Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130

R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!

Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y tu ley será mi delicia. R.

Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R.

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R.

2ª lectura: Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30

Hermanos:

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los cuales ha llamado conforme
a su designio.

Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.

Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Aleluya Cf. Mt 11, 25

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.

 

Evangelio: Vende todo lo que tiene y compra el campo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve
a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de
gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces:

cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

¿Habéis entendido todo esto?» Ellos le contestaron:

«Sí».

Él les dijo:

«Pues bien, un escriba que ese ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre
de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

1ª lectura: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1 Jn 4, 7-16

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha
nacido de Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.

En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envío al mundo a su Unigénito, para
que vivamos por medio de él.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos
envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a
otros.

A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor
ha llegado en nosotros a su plenitud.

En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros
hemos visto y damos testimonio de que el Padre envío a su Hijo para ser Salvador del mundo.

Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.

Y Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Salmo: Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11

R. Bendigo al Señor en todo momento.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamada conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escucho y los salvó de sus angustias. R.

El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Aleluya Cf, Jn 8, 12b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy la luz del mundo - dice el Señor -;
el que me siga tendrá la luz de la vida. R.

 

Evangelio: Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por
su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en
casa. Y dijo Marta a Jesús:

«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que
pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dice:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo
y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 

El pasado día 25 de julio, el Grupo de Caballería de la Guardia Civil, celebraba el Apóstol Santiago con la Eucaristía presidia por el Páter Víctor, Vicario Episcopal de la Guardia Civil y concelebrada por el Páter Rubén, Capellán del Complejo de Valdemoro; posteriormente se realizó un encuentro de fraternidad y compañerismo entorno a un Ágape. Una nutrida representación se hizo presente, participando activamente, en las actividades. Hay que tener presente que la mayoría de losmiembros se encuentran desplegados por diferentes lugares de España.

1ª lectura: La Ley se dio por medio de Moisés.

Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17

En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:

«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.

No tendrás otros dioses frente a mí.

No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en
el agua debajo de la tierra.

No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo
el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian.

Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.

No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.

No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien
pronuncie su nombre en falso.

Recuerda el día del sábado para santificarlo.

Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado
al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava,
ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo,
la tierra y el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado
y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: para que se prolonguen tus días en la tierra, que el
Señor, tu Dios, te va a dar.

No matarás.

No cometerás adulterio.

No robarás.

No darás testimonio falso contra tu prójimo.

No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su
esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

Salmo: Sal 18, 8. 9. 10. 11

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
con un corazón noble y generoso,
la guardan y dan fruto con perseverancia. R.

Evangelio: El que escucha la palabra y la entiende, ese da fruto.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 18-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vosotros, pues oíd lo que significa la parábola del sembrador:

Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su
corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.

Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida
con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución
por la palabra, enseguida sucumbe.

Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de
la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo
sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese
da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».

27/07/2023 - Jueves de la 16ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo.

Lectura del libro del Éxodo 19, 1-2. 9-11. 16-20b

A los tres meses de salir de la tierra de Egipto, aquel día, los hijos de Israel llegaron al desierto del
Sinaí. Salieron de Refidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente a la montaña.

El Señor le dijo:

«Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo hable
contigo, y te crean siempre».

Y Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho.

El Señor dijo a Moisés:

«Vuelve a tu pueblo y purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y estén preparados para el
tercer día; pues el tercer día descenderá el Señor sobre la montaña del Sinaí a la vista del pueblo».

Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña; se oía un
fuerte sonido de trompeta; y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar.

Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña.
La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre ella en medio de fuego. Su
humo se elevaba como el de un horno y toda la montaña temblaba con violencia.

El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el
trueno. El Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor llamó a Moisés a la cima
de la montaña.

Salmo: Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56

R. A ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.

Bendito tu nombre, santo y glorioso. R.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R.


Aleluya Cf. Mt 11, 25

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.

 

Evangelio: A vosotros se os ha dado a conocer los secretos del reino de los cielos
y a ellos no.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?».

Él les contestó:

«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al
que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les
hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la
profecía de Isaías:

“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.

En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo
que oís y no lo oyeron».

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