Ante los momentos de desolación y de dolor vividos repetimos al igual que el salmista: " El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan" ( Sal 22 ,1-4).
Sólo nuestra fe en Dios es capaz de calmar tanta amargura. Sólo en Cristo Resucitado encontramos el consuelo, la fortaleza y la esperanza que Él nos da con su Resurrección: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre" (Jn 11, 25-26).