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01/02/2023 - Miércoles de la 4ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: El Señor reprende a los que ama.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 4-7. 11-15

Hermanos:

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado, y habéis olvidado la exhortación
paternal que os dieron:

«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión; porque el Señor
reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos». Soportáis la prueba para vuestra corrección,
porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero, luego produce fruto apacible
de justicia a los ejercitados en ella.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana:
así el pie cojo no se retuerce, sino que se cura. Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie
verá al Señor.

Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño,
contaminando a muchos.

Salmo: Sal 102, 1bc-2. 13-14. 17-18a
R. La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.

Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz - dice el Señor -,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

Evangelio: No desprecian a un profeta más que en su tierra.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:

«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan
sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y
sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:

«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba
de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

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