1ª lectura: Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 1-10
En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a
cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa»,
para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna.
Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se
puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando
a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que
pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo
que le había sucedido.
Salmo: Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Lo reconocieron al partir el pan.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea
llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que
había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?». Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el
pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el
tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,
pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo
que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros
fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces
él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto y entrará así en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les
explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él hizo simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo
apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció
de su vista. Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Queridos hermanos y hermanas:
Los saludo a todos, romanos y peregrinos, especialmente a los que han venido de lejos. Les doy las gracias por su participación y también por sus oraciones, que han intensificado en los últimos días. ¡Gracias, verdaderamente!
Dirijo una bendición especial a la Caravana de la paz que en estos días ha partido desde Italia hacia Ucrania, promovida por diversas Asociaciones: Papa Juan XXIII, FOCSIV, Pro Civitate Christiana, Pax Christi y otras. Junto con artículos de primera necesidad, llevan la cercanía del pueblo italiano al martirizado pueblo ucraniano, y hoy ofrecen ramos de olivo, símbolo de la paz de Cristo. Nos unimos a este gesto con la oración, que será más intensa en los días de Semana Santa.
Hermanos y hermanas, con esta celebración hemos entrado en la Semana Santa. Los invito a vivirla como nos enseña la tradición del Santo Pueblo Fiel de Dios, es decir, acompañando al Señor Jesús con fe y amor. Aprendamos de nuestra Madre, la Virgen María: ella siguió a su Hijo con la cercanía de su corazón, fue una sola alma con Él y, aun sin comprender todo, junto a Él se entregó plenamente a la voluntad de Dios Padre. Que la Virgen nos ayude a permanecer cerca de Jesús presente en las personas que sufren, descartadas, abandonadas. Que la Virgen nos lleve de la mano a Jesús presente en estas personas.
A todos, un buen camino hacia la Pascua.
1ª lectura: Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 36-41
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis,
Dios lo ha constituido Señor y Mesías». Al oír esto, se les traspaso el corazón, y preguntaron a Pedro y a
los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de
vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros
hijos y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro». Con estas y otras muchas
razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Salmo: Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: He visto al Señor y ha dicho esto.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado
el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al
Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Las Moradas, 7.4.8
1ª lectura: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, de pie poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda
solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad
estas palabras: a Jesús Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos
que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis a este, entregado conforme el plan que Dios
tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo
resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio,
pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no
vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque
no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has
enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está
entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento
sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que
“no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que” su carne no experimentará corrupción”.
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de
Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis
viendo y oyendo».
Salmo: Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría,
corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los
sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los
soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega
a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y
obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
1ª lectura: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que
predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron,
colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a
todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él
después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio
de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos
los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Salmo: Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.
2ª lectura: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha
de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida
nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Aleluya Cf. 1 Cor 5, 7b-8a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascual en el Señor. R.
Evangelio: Él había de resucitar de entre los muertos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro,
y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo
corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos;
pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el
sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
1ª lectura: Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Lectura del libro del Génesis 1, 1. 26-31a
Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
Y dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domésticos, los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios
lo creó, varón y mujer los creó.
Dios los bendijo; y les dijo Dios:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo,
y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios:
«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los
árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a
todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que
respira». Y así fue.
Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Palabra de Dios.
Salmo: Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22.
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.
2ª lectura: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:
«¡Abrahán!» Él respondió:
«Aquí estoy». Dios le dijo:
«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto
en uno de los montes que yo te indicaré».
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña. Entonces
Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde
el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios,
porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado
por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. El
ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo
único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la
arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la
tierra se bendecirán con tu descendencia, porque me has escuchado mi voz». Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial de la Segunda Lectura Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
TERCERA LECTURA
Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1a En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado,
extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo
seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria costa del
faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor,
cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia.
También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre
el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la
noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar, y
el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se
dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de
muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos
los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes. Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la
columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejercito egipcio. Trabó
las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente.
Los egipcios dijeron:
«Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto». Luego dijo el Señor a Moisés:
«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».
Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo
que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipito el Señor a los egipcios en medio del
mar. Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado
en el mar. Ni uno solo se salvó.
Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a
derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla
del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el
pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron
este canto al Señor:
NO SE DICE: Palabra de Dios.
Salmo responsorial de la Tercera Lectura Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18
R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria..
Cantaré al Señor, glorioso es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.
El Señor es un guerrero, su nombre es “El Señor”.
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.
Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.
Evangelio: Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10
Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a
ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose,
corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la
nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí: ¡ha resucitado!, como
había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre
los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.” Mirad, os lo he anunciado». Ellas se
marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de alegría y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Palabra del Señor.
1ª lectura: Él fue traspasado por nuestras rebeliones.
Lectura del libro de Isaías 52, 13-53, 12
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar
algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de
Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos corno ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como
oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién se
preocupará de su estirpe?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido
crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia,
prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la
luz, el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e
intercedió por los pecadores.
Salmo: Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.
Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mi. Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor. R.
2ª lectura: Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en
autor de salvación.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
Hermanos:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Hijo de Dios, mantengamos firme
la confesión de la fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presento oraciones y súplicas
al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aún siendo Hijo, aprendió,
sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que lo obedecen en
autor de salvación eterna.
Versículo Cf. Flp 2, 8-9
V: Cristo se ha hecho por nosotros obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
Evangelio: Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 42
¿A quién buscáis? A Jesús, el Nazareno
Cronista - En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había
un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque
Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de
los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo
que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. - «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús:
+ - «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron
a tierra. Les preguntó otra vez:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. - «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
+ - «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mi, dejad marchar a estos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole
la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ - «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero
a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos
este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote
y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta.
Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a
Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:
S. - «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. - «No lo soy».
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacia frío, y se calentaban. También
Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le contestó:
+ - «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el
templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí?
Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. - «¿Así contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús respondió:
+ - «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué
me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. - «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. - «No lo soy».
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. - «¿No te he visto yo en el huerto con él?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio
para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. - «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. - «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato les dijo:
S. - «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».
C. Los judíos le dijeron:
S. - «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús le contestó:
+ - «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?».
C. Pilato replicó:
S. - «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
C. Jesús le contestó:
+ - «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para
que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato le dijo:
S. - «Entonces, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ - «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio
de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato le dijo:
«Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. - «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en
libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron a gritar:
S. - «A ese no, a Barrabás».
C. El tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de
espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y,
acercándose a él, le decían:
S. - «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. - «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. - «He aquí al hombre».
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. - «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los judíos le contestaron:
S. - «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asusto aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús:
S. - «¿De dónde eres tú?».
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. - «¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».
C. Jesús le contestó:
+ - «No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me
ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. - «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que
llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. - « He aquí a vuestro rey».
C. Ellos gritaron:
S. - «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. - «¿A vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. - «No tenemos más rey que al César».
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en
hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.
Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey
de los judíos».
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito
en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. - «No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”».
C. Pilato les contestó:
S. - «Lo escrito, escrito está».
Se repartieron mis ropas
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado,
y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. - «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los
soldados.
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María,
la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ - «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
C. Luego, dijo al discípulo:
+ - «Ahí tienes a tu madre».
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Está cumplido
C. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera
la Escritura dijo:
+ - «Tengo sed».
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ - «Está cumplido».
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Y al punto salió sangre y agua
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la
cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas
y que los quitaran, Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían
crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo
vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros
creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».
Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos,
pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el
cuerpo. Llegó también Nícodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura
de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a
enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo
donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el
sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
1ª lectura: Prescripciones sobre la cena pascual.
Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid
a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por
casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su
casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal
sin defecto, macho, de un año, lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al
atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche
comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas. Y lo comeréis así: la
cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es
la Pascua, el paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto,
desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante
vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera ala tierra de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación
en generación como ley perpetua lo festejareis».
Salmo: Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. R.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
2ª lectura: Nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios Padre.
Lectura del libro del Apocalipsis 1, 5-8
Gracia y paz a vosotros de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el
príncipe de los reyes de la tierra.
Al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes
para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Mirad: viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos
los pueblos de la tierra. Sí. Amén.
Dice el Señor Dios:
«Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso».
Versículo Cf. Is 61, 1
El Espíritu del Señor está sobre mí:
me ha enviado a evangelizar a los pobres.
Evangelio: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4,16-21
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre
los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo,
encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la
vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo
y devolviéndolo al que lo ayudaba, sé sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó
a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
1ª lectura: No escondí el rostro ante ultrajes.
Lectura del libro de Isaías 50, 4-9a
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo
que no quedaría defraudado.
Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos. ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién
me condenará?
Salmo: Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi. R
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R.
Versículo Mt 26, 14-25
V: Salve, Rey nuestro,
solo tú te has compadecido de nuestros errores.
Evangelio: El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien
es entregado!
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis y decidle: “El Maestro dice: Mi hora está cerca; voy a
celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y
prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a
preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como
está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, más le valdría a ese
hombre no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió:
«Tú lo has dicho».
El pasado martes 30 de mayo, el Batallón de Zapadores XVI de la isla de Tenerife, ha celebrado los actos en honor a San Fernando, patrón del Arma de
...Publicado el 24 de mayo del 2023 en la sección de Opinión del periódico “El Debate”.
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...El día 30 de mayo, festividad de San Fernando rey, se celebró en esta Real Iglesia la festividad de su Santo Patrón, junto con los pertenecientes al
...CALENDARIO PASTORAL
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