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03/09/2023 - Domingo de la 22ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: La palabra del Señor me ha servido de oprobio.

Lectura del libro de Jeremías 20,7-9

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido. He sido a diario
el hazmerreír, todo el mundo se burlaba de mí.

Cuando hablo, tengo que gritar, proclamar violencia y destrucción.

La palabra del Señor me ha servido de oprobio y desprecio a diario.

Pensé en olvidarme del asunto y dije:

«No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»; pero había en mis entrañas como fuego, algo
ardiente encerrado en mis huesos.

Yo intentaba sofocarlo, y no podía.

Salmo: Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9

R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
Mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.

2ª lectura: Presentad vuestros cuerpos como sacrificio vivo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1-2

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual.

Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis
discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Aleluya Cf. Ef 1, 17-18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine los ojos de nuestro corazón,
para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama. R.

 

Evangelio: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 21-27

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer
allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y
resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro:

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres,
no como Dios». Entonces dijo a sus discípulos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar
para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno según su conducta.

1ª lectura: Dios mismo nos ha enseñado a amarnos los unos a los otros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 9-11

Hermanos:

Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros
los unos a los otros; y así lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia.

Sin embargo os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad,
ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos
mandado.

Salmo: Sal 97, 1. 7-8. 9

R. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. R.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R.

Aleluya Jn 13, 34

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Os doy un mandamiento nuevo - dice el Señor -:
que os améis unos a otros, como yo os he amado. R.

 

Evangelio: Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus
siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada
cual según su capacidad; luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió
dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.

Su señor le dijo:

“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el
gozo de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.

Su señor le dijo:

“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el
gozo de tu señor”.

Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve
miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

El señor le respondió:

“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde
no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger
lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará
y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadle fuera,
a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”».

01/09/2023 - Viernes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 1-8

Hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús:

Ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y
seguid adelante.

Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Esto es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de
vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles
que no conocen a Dios.

Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño, porque el
Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos: Dios no nos ha llamado a una vida impura,
sino santa. Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado
su Espíritu Santo.

Salmo: Sal 96, 1 y 2b. 5-6. 10. 11-12

R. Alegraos, justos, con el Señor.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Odiad el mal los que amáis al Señor:
él protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados. R.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. R.

Aleluya Lc 21, 36abd

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Estad despiertos en todo tiempo,
pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre. R.

 

Evangelio: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro
del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron
de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:
“¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.

Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:

“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.

Pero las prudentes contestaron:

“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo
compréis”.

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete
de bodas, y se cerró la puerta.

Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:

“Señor, señor, ábrenos”.

Pero él respondió:

“En verdad os digo que no os conozco”.

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

31/08/2023 - Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: Que el Señor os colme de amor mutuo y de amor a todos.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-13

Hermanos, nos hemos sentidos animados por vuestra fe en medio de todos nuestros aprietos y luchas.
Ahora sí que vivimos, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor.

¿Cómo podremos dar gracias a Dios por vosotros, por tanta alegría como gozamos delante de Dios
por causa vuestra?

Noche y día pedimos insistentemente veros cara a cara y completar lo que falta a vuestra fe.

Que Dios nuestro Padre y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a vosotros.

En cuanto a vosotros Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos,
lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os
presentéis ante Dios, nuestro Señor, santos e irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesús con
todos sus santos.

Salmo: Sal 89, 3-4. 12-13. 14 y 17

R. Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.

Tú reduces al hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

Aleluya Mt 24, 42a. 44

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Estad en vela y preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. R.

 

Evangelio: Estad preparados.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 24, 42-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en
vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del
hombre.

¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a
sus horas?

Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad os digo
que le confiará la administración de todos sus bienes.

Pero si dijese aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar
a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera,
llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto
y el rechinar de dientes».

30/08/2023 - Miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: Trabajando día y noche proclamamos entre vosotros el Evangelio.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 9-13

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no ser gravosos a
nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.

Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder
con vosotros, los creyentes, fue leal, recto e irreprochable; sabéis perfectamente que, lo mismo que un
padre con sus hijos, nosotros os exhortábamos a cada uno de vosotros, os animábamos y os urgíamos
a llevar una vida digna de Dios, que os ha llamado a su reino y a su gloria. Por tanto, también nosotros
damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis
no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante
en vosotros, los creyentes.

Salmo: Sal 138, 7-8. 9-10. 11-12ab

R. Señor, tú me sondeas y me conoces.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R.

Si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha. R.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día. R.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien guarda la Palabra de Cristo,
ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. R.

 

Evangelio: Sois hijos de los que asesinaron a los profetas.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32

En aquel tiempo, Jesús dijo:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por
fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo
vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis
los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos
sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois
hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en el Evangelio (cf. Mt 16,13-20) Jesús pregunta a los discípulos – una hermosa pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (v. 13).

Es una pregunta que podemos hacernos también nosotros: ¿Qué dice la gente de Jesús? En general, cosas hermosas: muchos lo ven como un gran maestro, como una persona especial: buena, justa, coherente, valiente… Pero, ¿esto es suficiente para entender quién es, y, sobre todo, es suficiente para Jesús? Parece que no. Si Él fuera solamente un personaje del pasado – como lo eran para la gente de aquel tiempo las figuras citadas en el mismo Evangelio, Juan Bautista, Moisés, Elías y los grandes profetas – sería solo un hermoso recuerdo de un tiempo pasado. Y esto para Jesús no está bien. Por eso, inmediatamente después, el Señor plantea a los discípulos la pregunta decisiva: «Y vosotros – ¡vosotros! – ¿quién decís que soy yo?» (v. 15). ¿Quién soy yo para vosotros, ahora? Jesús no quiere ser un protagonista de la historia, sino que quiere ser protagonista de tu presente, de mi presente; no un profeta lejano: Jesús quiere ser el Dios cercano.

Cristo, hermanos y hermanas, no es un recuerdo del pasado, sino el Dios del presente. Si fuera solo un personaje histórico, imitarlo hoy sería imposible: nos encontraríamos frente al gran foso del tiempo y, sobre todo, ante su modelo, que es como una montaña altísima e inalcanzable; deseosos de escalarla, pero sin las capacidades ni los medios necesarios. En cambio, Jesús está vivo: recordemos esto, Jesús está vivo, Jesús vive en la Iglesia, vive en el mundo, Jesús nos acompaña, Jesús está a nuestro lado, nos ofrece su Palabra, nos ofrece su gracia, que iluminan y reconfortan en el camino: Él, guía experto y sabio, está feliz de acompañarnos en los senderos más difíciles y en las ascensiones más impracticables.

Queridos hermanos y hermanas, en el camino de la vida no estamos solos, porque Cristo está con nosotros, Cristo nos ayuda a caminar, como hizo con Pedro y con los demás discípulos. Precisamente Pedro, en el Evangelio de hoy, lo comprende y por gracia reconoce en Jesús «el Hijo del Dios vivo» (v. 16): “Tú eres el Cristo, Tú eres el Hijo de Dios vivo”, dice Pedro; no es un personaje del pasado, sino el Cristo, es decir, el Mesías, el esperado; no es un héroe difunto, sino el Hijo de Dios vivo, hecho hombre y venido para compartir las alegrías y las fatigas de nuestro camino. No nos desanimemos si a veces la cima de la vida cristiana parece demasiado alta y el camino demasiado empinado. Miremos a Jesús, siempre; miremos a Jesús que camina junto a nosotros, que acoge nuestras fragilidades, comparte nuestros esfuerzos y apoya sobre nuestros hombros débiles su brazo firme y suave. Con Él cerca, también nosotros tendámonos la mano los unos a los otros y renovemos la confianza: ¡Con Jesús lo que parece imposible en solitario ya no lo es, con Jesús se puede avanzar!

Hoy nos hará bien repetirnos la pregunta decisiva, que sale de su boca: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (cf. v. 15). Tú – Jesús te dice – tú, ¿quién dices que soy yo? Escuchemos la voz de Jesús que nos pregunta esto.  En otras palabras: Para mí, ¿quién es Jesús? ¿Un gran personaje, un punto de referencia, un modelo inalcanzable? ¿O es el Hijo de Dios, que camina a mi lado, que puede llevarme hasta la cima de la santidad, allí donde en solitario no soy capaz de llegar? ¿Jesús está realmente vivo en mi vida, Jesús vive conmigo? ¿Es mi Señor? ¿Yo me encomiendo a él en los momentos de dificultad? ¿Cultivo su presencia a través de la Palabra, a través de los Sacramentos? ¿Me dejo guiar por Él, junto a mis hermanos y hermanas, en la comunidad?

Que María, Madre del Camino, nos ayude a sentir a su Hijo vivo y presente junto a nosotros.

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Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

El jueves partiré por un viaje de algunos días hacia el corazón de Asia, a Mongolia. Se trata de una visita muy deseada, que será la ocasión para abrazar una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad; y también para encontrar de cerca a un pueblo noble, sabio, con una gran tradición religiosa que tendré el honor de conocer, especialmente en el contexto de un evento interreligioso. Deseo ahora dirigirme precisamente a vosotros, hermanos y hermanas de Mongolia, diciéndoos que estoy feliz de viajar para estar entre vosotros como hermano de todos. Agradezco a vuestras autoridades por la cortés invitación e a todos lo que, con gran compromiso, están preparando mi llegada. Pido a todos que acompañen esta visita con la oración.

Aseguro el recuerdo en la oración por las víctimas de los incendios que se han declarado en estos días en el noreste de Grecia, y expreso cercanía solidaria al pueblo griego. Y permanezcamos siempre cerca también del pueblo ucraniano, que sufre por la guerra, y sufre tanto: ¡No olvidemos a Ucrania!

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países.

En particular, saludo al grupo parroquial llegado de Madrid; a los sacerdotes de la diócesis de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, con su obispo; a los fieles de San Gaetano da Thiene en Melìa; a las familias del barrio Pizzo Carano de San Cataldo y a los ciclistas de la Ciociaria. Saludo a los monaguillos de la unidad pastoral de Codevigo, en la diócesis de Padua, en peregrinaje a Roma con su párroco.

Hoy se recuerda a Santa Mónica, madre de San Agustín: con sus oraciones y sus lágrimas pedía al Señor la conversión del hijo; ¡mujer fuerte, gran mujer! Recemos por las muchas madres que sufren cuando los hijos se han perdido un poco o están en caminos difíciles de la vida.

Deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

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1ª lectura: Diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo.

Lectura del libro de Jeremías 1, 17-19

En aquellos días recibí esta palabra del Señor:

«Cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, o seré
yo quien te intimide. Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de
bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y al pueblo
de la tierra. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte
- oráculo del Señor -».

Salmo: Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17

R. Mi boca contará tu auxilio.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. R.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.

Aleluya Mt 5, 10

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. R.

 

Evangelio: Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan,
el Bautista.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le
decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque
Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo
escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por
su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a
la joven:

«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».

Y le juró:

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella salió a preguntarle a su madre:

«¿Qué le pido?»

La madre le contestó:

«La cabeza de Juan, el Bautista».

Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:

«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida
le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la
cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse
sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

1ª lectura: Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David.

Lectura del libro de Isaías 22, 19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:

«Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.

Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacin, hijo de Elquías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le
daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.

Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará, cerrará y nadie abrirá.

Lo clavaré como una estaca en un lugar seguro, será un trono de gloria para la estirpe de su padre».

Salmo: Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y Sbc

R. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.

2ª lectura: De él, por él y para él existe todo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 33-36

¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones
y qué irrastreables sus caminos!

En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado
primero, para tener derecho a la recompensa?

Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Aleluya Mt 16, 18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y el poder del infierno no la derrotará. R.

 

Evangelio: Tu eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le respondió:

«¡ Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie ni la carne ni
la sangre, sino mi Padre que está los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará.

Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado
en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

1ª lectura: Os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, aguardando la vuelta de su Hijo, a quien ha resucitado.

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5. 8b-10

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

A vosotros, gracia y paz.

En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras
oraciones, pues sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo
de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos
amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de
palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción.

Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien.

Vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad
de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os
convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando
la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y
que nos libra del castigo futuro.

Salmo: Sal 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b

R. El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles. R.

Aleluya Jn 10, 27

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz - dice el Señor -,
y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

Evangelio: ¡Ay de vosotros, guías ciegos!

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 13-22

En aquel tiempo, Jesús dijo:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos!
Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito,
y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros!

¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo
sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?

O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”
¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura
por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de dios y también por
el que está sentado en él».

1ª lectura: Dios te ha dado hoy quien responda por ti. Fue el padre de Jesé, padre de David.

Lectura del libro de Rut 2, 1-3. 8-11; 4, 13-17

Tenía Noemí un pariente por parte de su marido; un hombre muy acomodado de la familia de
Elimelec; su nombre era Booz.

Rut, la moabita, dijo a Noemí:

«¿Puedo ir a espigar en el campo de quien me lo permita?». Noemí le respondió:

«Sí, hija mía».

Marchó Rut a recoger espigas detrás de los segadores, y sucedió que vino a parar en una parcela
de Booz, el de la familia de Elimélec.

Booz dijo a Rut:

«Escucha, hija mía. No vayas a espigar a otro campo, no te alejes de aquí. Quédate junto a mis
criados. Fíjate dónde siegan los hombres y ve detrás de ellos. He mandado que no te molesten. Cuando
tengas sed, bebe de los cántaros que ellos han llenado». Ella se postró ante él y le dijo:

«¿Por qué te interesas con tanta amabilidad por mí, que soy una simple extranjera?».

Booz respondió:

«Me han contado cómo te has portado con tu suegra después de morir tu marido; cómo has dejado
a tus padres y tu tierra natal para venir a un pueblo que no conocías» Booz tomó a Rut por mujer. Se
unió a ella, y el Señor hizo que concibiera y diera a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí:

«Bendito sea el Señor, que no te ha dejado sin protección. El nombre del difunto seguirá vivo en
Israel. El niño será tu consuelo y amparo en la vejez, pues lo ha dado a luz tu nuera, que te quiere y
ha demostrado ser para ti mejor que siete hijos». Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se
encargó de criarlo. Las vecinas exclamaron:

«A Noemí le ha nacido un niño».

Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, el padre de David.

Salmo: Sal 127, 1bc-2. 3. 4. 5

R. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, s
erás dichoso, te irá bien. R.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R.

Aleluya Mt 23, 9b. 10b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Uno solo es vuestro Padre, el del cielo;
y uno solo es vuestro maestro, el Mesías. R.

 

Evangelio: Ellos dicen, pero no hacen.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:

En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os
digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a
mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del
manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que
les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”. Vosotros, en cambio, no os dejéis
llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del
cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

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