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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra el encuentro de Jesús con una mujer cananea, fuera del territorio de Israel (cf. Mt 15,21-28). Esta le pide que libere a su hija, atormentada por un demonio, pero el Señor no la escucha. Ella insiste y los discípulos le piden que la atienda para que pare, pero Jesús explica que su misión está destinada a los hijos de Israel y usa esta imagen: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Y la mujer, valiente, responde: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Entonces Jesús le dice: «“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. En aquel momento quedó curada su hija» (vv. 26-28). ¡Una historia hermosa esta! Y esto sucedió a Jesús.

Vemos que Jesús cambia de actitud y lo que le hace cambiar es la fuerza de la fe de aquella mujer. Detengámonos, entonces, brevemente, en estos dos aspectos: el cambio de Jesús y la fe de la mujer.

El cambio de Jesús. Él estaba dirigiendo su predicación al pueblo elegido; después, el Espíritu Santo empujaría la Iglesia hasta los confines del mundo. Pero aquí tiene lugar, podemos decir, un adelanto, por el que, en el episodio de la mujer cananea, ya se manifiesta la universalidad de la obra de Dios. Es interesante esta disponibilidad de Jesús: frente a la oración de la mujer “adelanta los planes”, ante su caso concreto se convierte aún en más condescendiente y compasivo. Dios es así: es amor, y quien ama no permanece rígido. Sí, permanece firme, pero no rígido. No permanece rígido en sus propias posiciones, sino que se deja mover y conmover; sabe cambiar sus esquemas. Y el amor es creativo y nosotros cristianos, si queremos imitar a Cristo, estamos invitados a la disponibilidad del cambio. Cuánto bien hace en nuestras relaciones, pero también en la vida de fe, ser dóciles, escuchar verdaderamente, enternecernos en nombre de la compasión y del bien ajeno, como Jesús hizo con la cananea. La docilidad para cambiar. Corazones dóciles para cambiar.

Miremos entonces a la fe de la mujer, que el Señor alaba, diciendo que es «grande» (v. 28). A los discípulos les parece grande solo su insistencia, pero Jesús alaba diciendo que es grande, Jesús ve la fe; los discípulos ven la insistencia solamente. Si pensamos en ello, aquella mujer extranjera probablemente conocía poco, o nada, las leyes y los preceptos religiosos de Israel. ¿En qué consiste entonces su fe?

La mujer no es rica de conceptos, sino que es rica de hechos: la cananea se acerca, se postra, insiste, mantiene un diálogo estrecho con Jesús, supera todos los obstáculos con tal de hablar con Él. Supera todos los obstáculos para hablarle. He aquí la concreción de la fe, que no es una etiqueta religiosa -la fe no es una etiqueta religiosa-, sino una relación personal con el Señor. ¿Cuántas veces se cae en la tentación de confundir la fe con una etiqueta? La fe de la mujer no está hecha de protocolo teológico, sino de insistencia: llama a la puerta, llama, llama; no está hecha de palabras, sino de oración. Y Dios no resiste cuando se le reza. Porque dijo: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt 7,7).

Hermanos y hermanas, a la luz de todo esto podemos hacernos algunas preguntas. A partir del cambio de Jesús, por ejemplo: ¿yo soy capaz de cambiar de opinión? ¿Sé ser comprensivo, sé ser compasivo o permanezco rígido en mis posiciones? ¿En mi corazón   hay algo de rigidez? Que no es firmeza: la rigidez es mala, la firmeza es buena.  Y a partir de la fe de la mujer: ¿cómo es mi fe? ¿Se detiene en conceptos y palabras o es realmente vivida con la oración y las acciones? ¿Sé dialogar con el Señor, sé insistir con Él, o me conformo con recitar cualquier fórmula hermosa? Que la Virgen nos haga disponibles al bien y concretos en la fe.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

sigo con preocupación lo que está sucediendo en Níger. Me uno al llamamiento de los obispos en favor de la paz en el país y de la estabilidad en la región del Sahel. Acompaño con la oración los esfuerzos de la comunidad internacional para encontrar lo antes posible una solución pacífica por el bien de todos. Recemos por el querido pueblo nigeriano. E invoquemos la paz también para todas las poblaciones heridas por guerras y violencias, especialmente recemos por Ucrania, que sufre desde hace tanto tiempo.

Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de diversos países. En particular saludo a los nuevos seminaristas del Colegio Norteamericano y les deseo un buen camino formativo; así como también saludo a la comunidad “de la Borriquita” de Cádiz, España; saludo después a los polacos, pensando también en las mujeres y en las jóvenes peregrinas en el Santuario de Nuestra Señora en Piekary Śląskie.

Saludo a los jóvenes del Proyecto “Tucum”, que desde hoy inician un Via Lucis a través de las estaciones ferroviarias italianas, para encontrar a las personas que viven al margen y para llevarles la esperanza del Evangelio.

Os saludo a todos vosotros y os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

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El lunes día 7 de agosto un grupo de treinta y cuatro artilleros al frente del Teniente Coronel Juan Jesús Ariza Gomez, jefe accidental del Regimiento de Artillería nº93 de la isla de Tenerife, se trasladaron al Santísimo Cristo de la Laguna para, acompañados del esclavo mayor y algunos miembros de la Esclavitud del Stmo. Cristo de La Laguna, participar en la Eucaristía de las doce de la mañana y encomendarse al Santísimo Cristo para pedirle su protección para estos militares que próximamente marcharán a Estonia para relevar a sus compañeros que se encuentran en estos momentos allí.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra un prodigio particular de Jesús: Él, de noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para encontrarse con los discípulos que estaban realizando la travesía en barca (cfr Mt 14,22-33). Nos preguntamos, ¿por qué Jesús ha hecho esto? ¿Como si fuera un espectáculo? ¡No! Pero, ¿por qué? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer a los suyos que se encontraban bloqueados por el viento en contra? No, porque fue Él quien programó todo, les hizo salir por la noche, incluso – dice el texto – “obligándoles” (cfr v. 22). ¿Quizá para hacerles una demostración de grandeza y de poder? Pero esto no es propio de Él, que es tan sencillo. Entonces, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué quiso caminar sobre las aguas?

Detrás del caminar sobre las aguas hay un mensaje no inmediato, un mensaje para que acojamos nosotros. De hecho, en aquella época las grandes extensiones de agua eran consideradas sedes de fuerzas malignas no dominables por el hombre; especialmente si eran agitadas por la tempestad, los abismos eran símbolo del caos y hacían referencia a las oscuridades de los infiernos. Entonces, los discípulos se encontraban en el medio del lago en la oscuridad: en ellos está el miedo de ahogarse, de ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir por encima de las fuerzas del mal, Él camina por encima de las fuerza del mal y dice a los suyos: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis» (v. 27). Es todo un mensaje que Jesús nos da. Este es el sentido del signo: los poderes malignos, que nos asustan y no logramos dominar, con Jesús se redimensionan inmediatamente. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: “no temas, yo pongo bajo los pies a tus enemigos” - bonito mensaje: “yo pongo bajo los pies a tus enemigos” -: ¡no las personas!, no son esos los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: estos son los enemigos de la gente, nuestros enemigos. Y Jesús estos enemigos los pisa por nosotros.

Cristo hoy repite a cada uno de nosotros: “¡Animo, soy yo, no temas!”. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque ya no estás solo en las aguas agitadas de la vida. Y entonces, ¿qué hacer cuando nos encontramos en mar abierto y a merced de vientos contrarios? ¿Qué hacer en el miedo, que es un mar abierto, cuando se ve solo oscuridad y nos sentimos perdidos? Debemos hacer dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos. ¿Qué hacen los discípulos? Invocan y acogen a Jesús. En los momentos peores, más oscuros, de tempestad, invocar a Jesús y acoger a Jesús.

Los discípulos invocan a Jesús: Pedro camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: «¡Señor, sálvame!» (v. 30). Invoca a Jesús, llama a Jesús. Es bonita esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Os invito a repetirla ahora todos juntos: ¡Señor, sálvame! Juntos, tres veces: ¡Señor sálvame, Señor sálvame, Señor sálvame!

Y después los discípulos acogen. Primero invocan, después acogen a Jesús en la barca. El texto dice que, apenas subió a bordo, «amainó el viento» (v. 32). El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado. Él no nos salva de la fatiga de la navegación, es más – el Evangelio lo subraya – impulsa a los suyos a partir: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también estas se conviertan en lugares de salvación, ya que Jesús las vence, se conviertan en ocasiones para encontrarle a Él. El, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad viene a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como esa noche en el lago.

Por tanto, preguntémonos: en los miedos, en las dificultades, ¿cómo me comporto? ¿Voy adelante solo, con mis fuerzas, o invoco al Señor con confianza? ¿Y cómo va mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y que los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Lo acojo, le hago sitio en la barca de mi vida – nunca solo, siempre con Jesús - le confío el timón?

María, Madre de Jesús, Estrella del mar, nos ayude a buscar, en las travesías oscuras, la luz de Jesús.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

otro trágico naufragio ha sucedido hace algunos días en el Mediterráneo: cuarenta y una personas han perdido la vida. He rezado por ellas. Y con dolor y vergüenza debemos decir que desde el inicio del año ya casi dos mil hombres, mujeres y niños han muerto en este mar tratando de llegar a Europa. Es una llaga abierta de nuestra humanidad. Animo los esfuerzos políticos y diplomáticos que tratan de sanarla en un espíritu de solidaridad y de fraternidad, como también el compromiso de todos aquellos que trabajan para prevenir los naufragios y socorrer a los migrantes.

Mañana, vigilia de la fiesta de María Santísima Asunta al Cielo, tendrá lugar en Bafoussam, Camerún, la peregrinación para pedir la paz en el país, todavía afligido por la violencia y la guerra. Unámonos en oración a nuestros hermanos de Camerún para que, por intercesión de la Virgen, Dios sostenga la esperanza del pueblo, que sufre desde hace años, y abra caminos de diálogo para llegar a la concordia y a la paz.

Y rezamos también por la martirizada Ucrania, que sufre tanto por esta guerra.

Deseo también asegurar mi oración por las víctimas de los incendios que han devastado la isla de Maui, en Hawái.

Dirijo ahora mi saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países. Saludo en particular algunos grupos que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa… ¡Son muchos! Veo banderas… Polonia, México, Argentina, Italia, Salvador, ¡muchos! Los sacerdotes y los jóvenes de El Salvador que son tan fuertes; los estudiantes de la Universidad Iberoamericana de Puebla, México; y los jóvenes de Taiwán. ¡Buen camino!

Y a todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, contemplamos su ascensión en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. También el Evangelio de hoy nos la presenta ascendiendo, esta vez a una "región montañosa" (Lc 1, 39). ¿Y por qué sube? Para ayudar a su prima Isabel, y allí proclama el cántico gozoso del Magnificat. María sube y la Palabra de Dios nos revela lo que la caracteriza mientras sube: El servicio al prójimo y la alabanza a Dios. Ambas cosas: María es la mujer del servicio al prójimo y María es la mujer que alaba a Dios. Por otra parte, el evangelista Lucas narra la propia vida de Cristo como una ascensión, hacia Jerusalén, el lugar de la entrega de sí mismo en la cruz, y del mismo modo describe el camino de María. Jesús y María, en definitiva, recorren el mismo camino: dos vidas que suben hacia lo alto, glorificando a Dios y sirviendo a los hermanos. Jesús como el Redentor, que da su vida por nosotros, por nuestra justificación; María como la sierva que sale a servir: dos vidas que vencen a la muerte y resucitan; dos vidas cuyos secretos son el servicio y la alabanza. Detengámonos en estos dos aspectos: servicio y alabanza.

El servicio. Es cuando nos agachamos para servir a nuestros hermanos y hermanas es cuando subimos: es el amor lo que eleva la vida. Nosotros vamos a servir a nuestros hermanos y hermanas y por este servicio vamos "subiendo". Pero servir no es fácil: la Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel desde Nazaret. Ayudar tiene su precio, a todos nosotros. Lo experimentamos siempre, en el cansancio, la paciencia y las preocupaciones que conlleva el cuidado de los demás. Pensemos, por ejemplo, en los kilómetros que muchas personas recorren cada día para ir y volver del trabajo y realizar muchas tareas en favor del prójimo; pensemos en los sacrificios de tiempo y de sueño para cuidar a un niño o a un anciano; y en el compromiso de servir a los que no tienen nada que devolver, tanto en la Iglesia como en el voluntariado. Yo admiro el voluntariado. Es fatigoso, pero es subir hacia lo alto, ¡es ganar el Cielo! Esto es verdadero servicio.

Pero el servicio corre el riesgo de ser estéril sin la alabanza a Dios. En efecto, cuando María entra en casa de su prima, alaba al Señor. No habla de su cansancio por el viaje, sino que de su corazón brota un cántico de júbilo. Porque quien ama a Dios sabe alabar. Y el Evangelio de hoy nos muestra "una cascada de alabanzas": el niño salta de alegría en el seno de Isabel (cf. Lc 1,44), que pronuncia palabras de bendición y "la primera bienaventuranza": "Feliz de ti por haber creído" (Lc 1,45); y todo culmina en María, que proclama el Magnificat (cf. Lc 1,46-55). La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. La alabanza levanta el ánimo y vence la tentación de caer. ¿Han visto que las personas aburridas, las que viven de la charlatanería, son incapaces de alabar? Pregúntense: ¿soy capaz de alabar? ¡Qué bueno es alabar a Dios cada día, y también a los demás! ¡Qué bueno es vivir de gratitud y bendición en lugar de lamentaciones y quejas, mirar hacia lo alto en lugar de enfadarse! Las quejas: hay gente que se queja todos los días. Pero mira que Dios está cerca de ti, mira que te ha creado, mira las cosas que te ha dado. ¡Alaba, alaba! Y eso es salud espiritual.

Servicio y alabanza. Tratemos de preguntarnos: ¿Yo vivo mi trabajo y mis ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio o con egoísmo? ¿Me dedico a alguien gratuitamente, sin buscar beneficios inmediatos? En definitiva, ¿hago del servicio el "trampolín" de mi vida? Y pensando en la alabanza: ¿sé, como María, exultar en Dios (cf. Lc 1,47)? ¿Rezo bendiciendo al Señor? Y, después de alabarlo, ¿contagio su alegría entre las personas que encuentro? Cada uno intente responder a estas preguntas.

Que nuestra Madre, Asunta al Cielo, nos ayude a subir cada día más hacia lo alto mediante el servicio y la alabanza.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Saludo cordialmente a todos los presentes, romanos y peregrinos de diversos países. Saludo en particular a los jóvenes de la Diócesis de Verona, con los mejores deseos para su experiencia de verano en Roma.

Hoy confiamos a María Asunta al Cielo nuestra súplica por la paz, en Ucrania y en todas las regiones devastadas por la guerra: ¡son tantas, por desgracia! El estruendo de las armas cubre los intentos de diálogo; el derecho de la fuerza prevalece sobre la fuerza del derecho. Pero no nos desanimemos, sigamos esperando y rezando, porque es Dios, es Él quien guía la historia. ¡Que Él nos escuche!

Y hoy, día de la Virgen, ¡saludo a los chicos de la Inmaculada! ¡Feliz fiesta a todos! Por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!

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18/08/2023 - Viernes de la 19ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: Yo tomé a vuestro padre del otro lado del Río; os saqué de Egipto; os llevé a la tierra.

Lectura del libro de Josué 24, 1-13

En aquellos días, Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel,
a los jefes, ja los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios.

Josué dijo a todo el pueblo:

«Así dice el Señor, Dios de Israel: “Al otro lado del rio Eufrates vivieron antaño vuestros padres,
Teraj, padre de Abrahán y de Najor, y servían a otros dioses. Yo tomé a Abrahán vuestro padre del
otro lado del Río, lo conduje por toda la tierra de Canaán y multipliqué su descendencia dándole un
hijo, Isaac. A Isaac le di dos hijos: Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír,
mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.

Envié a Moisés y Aarón y castigué a Egipto con los portentos que hice en su tierra. Luego os saqué
de allí. Saqué de Egipto a vuestros padres y llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros
padres con sus carros y caballos hasta el mar Rojo, pero ellos gritaron al Señor y el tendió una nube
oscura entre vosotros y los egipcios; después hizo que se desplomara sobre ellos el mar, que los anegó.
Con vuestros propios ojos visteis lo que hice con Egipto.

Después vivisteis en el desierto muchos años. Os llevé luego a la tierra de los amorreos que vivían
al otro lado del Jordán: ellos os atacaron, pero yo os los di. Así tomasteis posesión de sus tierras, y
yo los exterminé a vuestra llegada.

Entonces se alzó Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, para atacar a Israel; y mandó llamar a Balaán,
hijo de Beor, para que os maldijera; pero yo no quise escuchar a Balaán, que no tuvo más remedio
que bendeciros, y así os libré de sus manos.

Pasasteis después el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó (y los amorreos, perizitas,
cananeos, hititas, guirgascos, heveos y jebuseos) os atacarán, pero yo os los di; mandé delante de
vosotros avispas, que expulsaron, al llegar vosotros, a los dos reyes amorreos: no fue con tu espada
ni con tu arco.

Y os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais construido y en las que
ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado y de cuyos frutos ahora coméis”».

Salmo: Sal 135, 1-3. 16-18. 21-22 y 24

R. Porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor porque es bueno. R.
Dad gracias al Dios de los dioses. R.
Dad gracias al Señor de los señores. R.
Guió por el desierto a su pueblo. R.
Él hirió a reyes famosos. R.
Dio muerte a reyes poderosos. R.
Les dio su tierra en heredad. R.
En heredad a Israel, su siervo. R.
Y nos libró de nuestros opresores. R.

Aleluya Cf. 1 Ts 2, 13

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Acoged la palabra de Dios, no como palabra humana,
sino, cual es en verdad, como palabra de Dios. R.

Evangelio: Por la dureza de corazón permitió Moisés repudiar a las mujeres; pero
al principio, no era así.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 19, 3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:

«¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?».

Él les respondió:

«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso dejará
el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo
que ya no son dos, sino una sola carne.

Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

Ellos insistieron:

«¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y repudiarla?». Él les contestó:

«Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio,
no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer - no hablo de unión ilegítima - y se casa
con otra, comete adulterio».

Los discípulos le replicaron:

«Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse».

Pero él les dijo:

«No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del
vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos
por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda».

17/08/2023 - Jueves de la 19ª semana de Tiempo Ordinario.

1ª lectura: El Arca de la Alianza del Dueño va a pasar el Jordán delante de vosotros.

Lectura del libro de Josué 3, 7-10a. 11. 13-17

En aquellos días, el Señor dijo a Josué:

«Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo
como estuve con Moisés. Tú dales esta orden a los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza: “En
cuando lleguéis a tocar el agua de la orilla de Jordán, deteneos en el Jordán”». Josué dijo a los hijos
de Israel:

«Acercaos aquí a escuchar las palabras del Señor, vuestro Dios».

Y añadió:

Así conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que va a expulsar ante vosotros a los
cananeos. Mirad, el Arca de la Alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de
vosotros.

Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el Arca del Señor, Dueño de toda la
tierra, pisen el agua del Jordán, la corriente de agua del Jordán que viene de arriba quedará cortada
y se detendrá formando como un embalse».

Cuando la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el Arca
de la Alianza caminaron delante de la gente.

En cuanto los portadores del Arca de la Alianza llegaron al Jordán y los sacerdotes que la portaban
mojaron los pies en el agua de la orilla (el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la
siega), el agua que venía de arriba se detuvo y formó como un embalse que llegaba muy lejos, hasta
Adán, un pueblo cerca de Sartán, y el agua que bajaba hacia el mar de la Arabá, el mar de la Sal,
quedó cortado del todo.

La gente pasó el río frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor
estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras todo Israel iba pasando por
el cauce seco, hasta que acabaron de pasar todos.

Salmo: Sal 113A, 1-2. 3-4. 5-6

R. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio. R.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos. R.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos? R.

Aleluya Sal 118, 135

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos. R.

Evangelio: No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-19, 1

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».

Jesús le contesta:

«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los
cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron
uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a
él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies,
le suplicaba diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”


Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir,
el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo
estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes”.

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”.

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo
sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también
tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro
lado del Jordán.

1ª lectura: Allí murió Moisés como había dispuesto el Señor, y no surgió otro profeta como él.

Lectura del libro del Deuteronomio 34, 1-12

En aquellos días, Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente
a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, el territorio de Efraín y
de Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de
Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; y le dijo:

«Esta es la tierra que prometí con juramento a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: “Se la daré
a tu descendencia”. Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella».

Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en Moab, como había dispuesto el Señor.

Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Fegor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el
lugar de su tumba.

Moisés murió a la edad de ciento veinte años; no había perdido vista ni había decaído su vigor.

Los hijos de Israel lloraron a Moisés en la estepa de Moab durante treinta días, hasta que terminó el
tiempo del duelo por Moisés.

Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las
manos, los hijos de Israel lo obedecieron e hicieron como el Señor había mandado a Moisés.

No surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; ni semejante
a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el faraón, su corte y su
país; ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel.

Salmo: Sal 65, 1-3a. 5 y 8. 16-17

R. Bendito sea Dios, que me ha devuelto la vida.

Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R.

Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R.

Aleluya 2 Cor 5, 19ac

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.

Evangelio: Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a
tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado
por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni
siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En verdad os digo que todo
lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado
en los cielos.

Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo
dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos».

1ª lectura: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Lectura del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y apareció en su santuario el arca de su alianza.

Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona
de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de
dar a luz.

Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y
sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las
arrojó sobre la tierra.

Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo
diera a luz.

Y dio a luz un hijo varón, destinado el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro,
y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un
lugar preparado por Dios.

Y oí una gran voz en el cielo que decía:

«Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de
su Cristo».

Salmo: Sal 44, 10bc. 11-12ab. 16

R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna. R

Prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

2ª lectura: Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-27a

Hermanos:

Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán
mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.

Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo,
en su venida; después al final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado
todo principado, poder y fuerza.

Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo
en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

María ha sido asunta al cielo,
se alegra el ejército de los ángeles. R.

Evangelio: El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó
Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha
dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha
mirado la humildad de su esclava”.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en
mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” - como lo había prometido a “nuestros
padres” - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

JMJ de la Base Naval de Rota

El servicio de asistencia religiosa de la Jefatura de la 41 Escuadrilla de Escoltas junto con el servicio religioso de la parte católica americana de la Base Naval de Rota participaron con un grupo de jóvenes y adolescentes, hijos e hijas de militares de la Armada española y familias estadounidenses en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa durante los días 31 de julio al 6 de agosto.

1ª lectura: Circuncidad vuestros corazones. Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis.

Lectura del libro del Deuteronomio 10, 12-22

Moisés dijo al pueblo:

«Ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor, tu Dios, sino que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus
caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma,
observando los preceptos del Señor y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien? Cierto: del
Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo cuanto la habita. Mas solo de vuestros padres
se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos,
como sucede hoy.

Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz, pues el Señor, vuestro Dios es Dios de
dioses y Señor de señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni acepta soborno, que
hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al emigrante, dándole pan y vestido. Amaréis al
emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te adherirás a
él, en su nombre jurarás.

Él es tu alabanza y él es tu Dios, que hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto.

Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso
como las estrellas del cielo».

Salmo: Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20

R. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.

Ha puesto paz en tus fronteras, t
e sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.

Aleluya Cf. 2 Tes 2, 14

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios nos llamó por medio del Evangelio
para que lleguemos a adquirir la gloria de nuestro Señor Jesucristo. R.

 

Evangelio: Lo matarán, pero resucitará. Los hijos están exentos de impuestos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo:

«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al
tercer día».

Ellos se pusieron muy tristes.

Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a
Pedro y le preguntaron:

«¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?».

Contestó:

«Si».

Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:

«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o
a los extraños?».

Contestó:

«A los extraños».

Jesús le dijo:

«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el
anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela
y págales por mí y por ti».

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