La celebración se realizó en la capilla de la Academia, en presencia de los Cuadros de Mando de la Academia, familiares y compañeros de los confirmados; así como los padrinos, los cuales fueron los responsables de ejercer la misión de guías y compañeros en el camino espiritual de cada uno de los confirmandos. Los padrinos son apoyo en la fe y en la unión a la Iglesia del confirmando.
Durante la eucaristía, los confirmandos pudimos vivir con intensidad el rito de la imposición de manos, en el que nuestro Vicario, repitiendo el gesto de los Apóstoles, pidió al Espíritu Santo que nos consagrase como piedras vivas de la Iglesia; tras lo cual fuimos ungidos con el Santo Crisma, marcados con la Cruz de Cristo y llamados a comprometernos ante las dificultades a dar testimonio de la verdad, a ser testigos de Cristo y a participar de su misión en el mundo.
Previo a estos ritos, pudimos compartir el gozo y la alegría de nuestro compañero Salvador, que recibió el sacramento del Bautismo. Con el agua derramada sobre su cabeza, con la imposición de la vestidura blanca, como signo de su dignidad de cristiano; y la entrega del cirio encendido, para que transformado en luz de Cristo camine siempre hijo de la luz.
Tanto a él como a nosotros, nuestro Vicario nos invitó a ser “soldados de Cristo”, a descubrir la felicidad de Dios en el camino de la vida y que nos pertrechemos con una “buena mochila”, en la que no falte nunca la Palabra de Dios y la vivencia de los sacramentos; y a nuestros Padrinos les interpeló a ser compañeros y guías en la vivencia de la fe.
Una emotiva jornada, marcada por un intenso calor físico y humano, donde la Iglesia Castrense de España que peregrina en la Academia General Militar, fue testigo del compromiso público y solemne de unos jóvenes, que a pesar de nuestra fragilidad, hemos decidido crecer en la fe y en la esperanza que vienen de Jesucristo, y hacer del amor fraterno el signo distintivo de nuestras vidas.
CC Manuel Pérez Loma