Han sido días muy intensos en todos los aspectos, en los que no ha faltado el cansancio, alguna que otra ampolla… pero tampoco el pulpo o la guitarra, ya sea para nuestras “misas de campaña” celebradas en los lugares más insospechados, o para hacer amigos en el albergue mientras cantamos todos juntos; tampoco ha faltado el buen humor para convertir la edad, el amor o la afición por el deporte en motivo de interminables risas.
También ha habido tiempo para la reflexión y el debate de numerosos temas que, de manera informal, surgían cuando menos se esperaban.
El día 12, por fin, llegábamos a Santiago y lo hacíamos corriendo todos juntos hasta entrar cantando en la Plaza del Obradoiro. Por la tarde tuvimos la oportunidad de dar el tan ansiado abrazo al Apóstol y de rezar en la cripta ante sus restos. Después participamos de la Eucaristía junto con otros cientos de peregrinos venidos de todo el mundo en la Catedral. Fue una celebración muy emotiva en la que pudimos dar gracias al Apóstol.
Al día siguiente, y con nuestra Compostela debajo del brazo, emprendíamos de regreso (Unos antes y otros más tarde) hacía nuestras casas con la misión de ser esa “semilla que ha de crecer” y “proclamar la Buena Nueva a los más pobres”.
Sin duda, podemos afirmar que ha sido un camino de conversión y de descubrimiento para todos los que nos reunimos allí. Creo que nos llevamos mucho más que las fotos, las conchas y demás artículos de recuerdo que hemos comprado.