En nuestra Iglesia castrense tenemos diversidad de situaciones, que reclaman una praxis adaptada. Tenemos parroquias, hospitales, cuarteles, barcos, misiones en el exterior…una riqueza pastoral que nos habla de la fecundidad, no siempre visibilizada, de nuestro Arzobispado Castrense en favor de la familia militar y de la Iglesia universal, y siempre en favor de la Paz.
Es el momento también de acoger y presentar a los cristianos voluntarios que quieren colaborar en la labor catequética. Los capellanes sabemos que no siempre podemos encontrar la persona adecuada, y tantas veces también nos toca personalmente realizar la catequesis.
En todo caso, como Delegado para la catequesis, de la atenta lectura de las enseñanzas del Papa Francisco, de nuestro Arzobispo y de alguna otra fuente, me ha parecido interesante extraer algunas sugerencias para el dialogo y la reflexión con los catequistas. Las he expresado en un archivo power point que se puede ver en la sección de catequesis de esta web.
Como sugerencias principales, con independencia de los materiales a usar, o de metodologías concretas, veo que la Iglesia pide catequistas que sean receptores de la palabra de Dios para poder también ser anunciadores del misterio vivido en la propia vida. Discípulos y misioneros, pero también caminantes junto a sus catequizandos.
Necesitamos catequistas que sepan escuchar, más que hablar .Escuchar la palabra de Dios, pero también escuchar a nuestros catequizandos, pues el mensaje del primer anuncio solo se puede participar de corazón a corazón y a través del testimonio sencillo pero sincero.
El catequista no realiza su labor como hobby. Sabe que su colaboración es para con el Señor y para la construcción de su Iglesia.
Con delicadeza, el buen catequista practica la pedagogía de la bendición, es decir, nunca culpabiliza a los catequizandos, sino resalta lo positivo de cada uno, respetando su personal proceso y ritmo, pues es Dios mismo el que actúa en ellos. Por tanto, que tengamos paciencia con los más revoltosos, o los que parece no avanzan.
Que no falte nunca la alegría en la tarea de la catequesis. Un catequista agrio es una calamidad para esta labor…Como decía San Manuel González, necesitamos catequistas alegres, pues no hay nada más perjudicial para esta misión que una persona avinagrada.
A la hora de formar el grupo, es importante preparar el lugar donde se ha de realizar la catequesis, y tener un verdadero espíritu de acogida, siguiendo el modelo de Jesús que a nadie condenaba. El grupo puede ser ,aunque sea por poco rato, como una introducción a lo que significa la pertenencia a la comunidad cristiana.
Necesitamos que nuestros catequistas se sientan catequistas de nuestra Iglesia particular, porque solo así cumplirán con lo que desea la Iglesia, esto es que el militar y sus familias sean atendidas con esmero teniendo siempre presente sus peculiares circunstancias. En ese sentido, escuchar las indicaciones de nuestro Obispo, sabiendo que es el catequista por excelencia.
Como última recomendación, procuremos no improvisar.
Jesucristo el más grande y primer evangelizador nos acompaña siempre. Caminando junto a El echemos las redes. Nuestra pesca será abundante.
Manuel Gómez.
Delegado para la Catequesis y Nueva Evangelización.