Prácticamente toda mi vida evangelizando, pero no por mí misma, sino con.la gran ayuda del Espíritu Santo. Sola no podría. Necesito la luz de Jesús para que me ilumine en mi labor.
Aunque mi semillita religiosa viene de más lejos. Mis padres siempre me han hablado de Dios, de Jesús, de la Virgen María. Me enseñaron a rezar muchas oraciones: Jesusito, Cuatro esquinitas, Ángel de mi Guarda, el Rosario a la Virgen María… Hasta en la hora del baño mi madre siempre me decía una oración”… limpia tu cuerpo de limpieza y tu almita de pureza”. Y esta pequeña semilla ha ido creciendo con las vivencias en mi hogar. Siempre he visto a mis padres orando, yendo a Misa. Y esto me ha servido para ver y experimentar lo necesario que es la oración y la Eucaristía en nuestra vida. A lo largo de ella van a aparecer las tormentas y el mal tiempo, que, incluso, nos pueden hacer dudar y, si nuestra vida no está cimentada sobre roca, los problemas la derrumbará y, no podremos salir adelante, pero si al contrario los ladrillos son fuertes y nos sentimos queridos por el Señor, los podremos afrontar.
Nuestra fortaleza está en Jesús, en su amor. Tenemos que experimentar el amor de Dios, con Jesús, para poderlo transmitir. No podemos transmitir el amor a Jesús si nosotros no lo sentimos. No podemos darles confianza a los niños-as para recibir el sacramento de la Penitencia si no lo recibimos y no podemos prepararlos para la Eucaristía si no la celebramos nosotros.
Como catequistas tenemos una labor muy importante y una gran responsabilidad pero no estamos solos. Ya lo dijo Jesús “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Soy catequista y profesora de Religión porque Jesús me llamó. Puso a personas en mi vida que me guiaron para seguirle. Y siguen apareciendo porque Jesús me ama. En mi vida diaria me encuentro muchas situaciones en las que veo su ayuda, aunque a veces tiene que pasar varias veces por mi lado para que me de cuenta de su presencia porque estamos metidos en la espiral de, tengo que hacer esto, esto y esto…y hay que parar y escuchar, estar en silencio y decir como Samuel “Habla Señor, tu siervo escucha” y preguntar todos los días, ¿qué quieres hoy de mi, Señor?
Cuándo me propusieron contar mi experiencia como catequista sentí miedo. Me acordé de Pedro cuándo empezó a andar por el mar para llegar a Jesús y sintió miedo y se hundía. Pero ahí estaba Jesús para darle confianza y aumentar su fe. Muchas veces a mí también me pasa, siento miedo y lo invoco, siento que no estoy sola, que Jesús me ama y le pido ser el medio para que mis niños sientan su amor, se ilusionen, se sientan queridos y se preparen para la gran fiesta de recibir por primera vez a Jesús, y, que no sea la primera y la última, sino que, por el contrario, sea el principio de muchas comuniones, que les llene de vida, como la samaritana a la que Jesús le ofrece el agua de vida, que sientan que igual que nos alimentamos por fuera, tenemos que alimentarnos por dentro. Y siempre con alegría, aunque no todos los días tengamos ánimo por las circunstancias personales de cada uno.
Hay que transmitir, vivir y contagiar a los niños-as la alegría del Evangelio, la buena noticia de Jesús que venció a la muerte y resucitó y, se quedó con nosotros para siempre. Hay que hablarles de Jesús amigo que no nos abandona, que con Él nunca vamos a estar solos. Está presente en el Sagrario, nos alimentamos de Él en la Eucaristía, nos regala a su Madre y la hace nuestra para acercarnos a Él, nos envía la fuerza de su Espíritu para hacernos fuertes. Tres personas, un solo Dios, Dios uno y Trino, la Santísima Trinidad, y todo por amor, y lo podemos elegir libremente.
Dios nos ha creado, nos ha hecho libres, se ha hecho hombre en Jesús para enseñarnos el verdadero camino de la felicidad y nos envía su Espíritu.
Dame Señor la fortaleza, el ánimo, la ilusión y la alegría para seguir llevando tu mensaje de salvación a los niños-as que vayas poniendo en mi camino. Y que siempre esté dispuesta a sentir y transmitir lo que dice la canción:
”Yo tengo un amigo que me ama,
tú tienes un amigo que te ama,
él tiene un amigo que le ama,
nosotros tenemos un amigo que nos ama,
vosotros tenéis un amigo que os ama,
ellos tienen un amigo que les ama.
estaremos en su viña, trabajando, en la viña del Señor”.
SU NOMBRE ES JESÚS.
Conchi Lázaro de la Osa