El Maestro, sabía desde el principio, que no contaría con mucho personal consagrado para el anuncio del Evangelio por todo el mundo. La carencia vocacional no es sólo de hoy, sino de todos los tiempos. Tener esto presente, nos evita a no caer en angustias por la escasez de vocaciones a entrar en los seminarios o en los noviciados. Cristo sabe que necesita su Iglesia en cada momento. ¡El Señor de la Viña es Él! A lo mejor lo que nos está diciendo en esta crisis de personal consagrado es que: No cuenta tanto la cantidad, como la calidad. Es todo el pueblo de Dios quién evangeliza, donde los laicos tienen también su papel. No son los números los que hablan de santidad, sino los frutos de buenas obras que testimonien los discípulos de Jesús para que el mundo crea (cf. Mt 5,16).
Sin embargo, no debemos quedarnos con los brazos cruzados, la boca cerrada y el corazón endurecido. El futuro de la fe cristiana y de la Iglesia nos debe preocupar. Mucho de su porvenir viene de cómo sean los pastores y los religiosos del mañana. No sabemos por donde nos saldrá Dios en estos tiempos convulsos que esta viviendo la Iglesia y la sociedad, de lo único que estamos seguro es, que debemos orar sin desfallecer (cf. Lc 18,8).
La oración del cristiano mira siempre a Cristo y al mundo. Hay que estar convencido de que la plegaria dirigida a Dios, con humildad, confianza y constancia, “mueve montañas” (Mt 21,22). “Lo que es imposible para los hombres, es posible para el Señor” (Lc 18,27). Lo nuestro, como dice el Papa Francisco es: “escuchar, discernir y vivir la llamada del Señor”. Las vocaciones sacerdotales y religiosas, llegarán cuando Dios lo tenga determinado, porque esto no es cuestión de estrategias o marketing, sino que es don del Señor y libertad generosa de aquellos que se sientan interpelados para continuar con la misión de Cristo de salvar al mundo. Hoy como ayer, la Iglesia tiene una inmensa necesidad de sacerdotes que celebren la Eucaristía e impartan el perdón, de hombres y mujeres consagrados que sirvan a los pobres y que lleven la Buena Noticia hasta los confines del mundo. Tengamos confianza de que, como dice santa Teresa de Jesús: “El Señor da más de lo que pedimos”.
+ Juan Del Río Martín
Arzobispo Castrense de España