El Evangelio del día recordó las palabras de Jesús: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”, palabras que animaron a los allí presentes a configurar su entrega según la gracia que el Apóstol Santiago encontró ante la Virgen del Pilar. La predicación también ayudó a recordar el papel fundamental que la fe ha mantenido en la consolidación de nuestra identidad como País, así como la relación que esta ejerce sobre muchos de los valores fundamentales que encontramos en nuestra sociedad.
Tras la Misa los jóvenes compartieron un desayuno español como ninguno, churros y porras, con el alma y el cuerpo bien alimentados, pusieron rumbo al desfile para rendir homenaje y dar las gracias a nuestras queridas Fuerzas Armadas. El sol estaba ya alto y espléndido y es que, como diría el pasodoble, la alegría del sol es besar las frentes de los soldados españoles.
El desfile situó a los presentes ante la cara visible e impoluta de las vidas de tantos militares que, con su trabajo casi siempre oculto a los ojos de la población civil, velan por los hijos de España por tierra, aire y mar, con espíritu de abnegación, servicio, honor y lealtad. Con su ejemplo, ellos recordaron que vale la pena dar la vida por los hermanos, vivir sirviendo, dar sin esperar el halago del mundo y ser fuertes en nuestras batallas diarias.
Tras la finalización del desfile, el numeroso grupo se juntó para compartir una deliciosa comida, disfrutar de los frutos de nuestra tierra y conversar sobre lo vivido en un día tan hermoso. De esta manera la jornada finalizó con un generoso agradecimiento a Dios en el corazón de todos los presentes, por haber fortaleciendo una vez más los lazos fraternos de esta realidad Castrenses.