Unos 130 jóvenes congregados por la Delegación de Juventud de este nutrido grupo, han tenido la oportunidad de ser alojados en la Base Naval de Lisboa junto con militares procedentes de Francia e Italia, y trasladarse cada mañana en un barco fletado por la Marinha Portuguesa, desde el puerto militar de la base hasta el mismo corazón de la ciudad hermana.

Los testimonios que los jóvenes del Arzobispado han compartido cada jornada durante el regreso a la base en esta misma embarcación, no han dejado duda de la intensidad con la han vivido esta experiencia única: eucaristías en diferentes lenguas, conferencias sobre la pareja o cristianos perseguidos, oraciones con la comunidad de Taizé, conciertos con la voz del Desierto o Hakuna, jornadas de adoración y contemplación, visitas culturales a los lugares más emblemáticos de la ciudad, testimonios de conversión, y hasta un via lucis militar al que se sumaron además de los ya mencionados italianos y franceses, un nutrido grupo de militares polacos, portugueses y austriacos. Y todo para experimentar aquellas palabras que San Juan Pablo II – fundador de estas jornadas – repetía constantemente a los jóvenes de todo el mundo: “Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en él el rosto mismo de Dios”

Tras pasar la última jornada al raso para poder vivir muy de cerca dos de los actos más esperados de estas jornadas, como son la Vigilia con el Santo Padre y la Eucaristía de Envío, ahora les toca volver y dar testimonio de una fe a la que difícilmente se le pude poner palabras, pero que con el solo contacto de aquellos que la han experimentado, hace presagiar que el grupo que peregrinará en 2025 al Jubileo de Jóvenes convocado por el Papa Francisco en Roma, aglutinará a un número aún mayor y esperanzado de jóvenes castrenses.