Aquella Santa del siglo tercero de nuestra era, nacida en Anatolia (actual Turquía) y según la tradición, hija de Dióscoro, noble muy comprometido con la pagana religión de su pueblo, supersticioso entregado a la veneración de ídolos. Fue encerrada por su progenitor, celoso guardián de la hermosura arrebatadora de Bárbara, en una torre con una ventana por donde solo podía ver una pequeña parte de la naturaleza creada por Dios; queriendo evitar, de esta forma, posibles contactos, de la doncella, con hombre alguno. Pues ya la tenía comprometida con una ventajosa proposición matrimonial, que él, le había procurado. Mandando, la cautiva, aprovechando una ausencia larga de su padre, abrir dos ventanas más en la torre, para que siendo tres las vistas de la creación, tuviera siempre presente, las tres personas de la Santísima Trinidad.
Ella, que habiendo conocido el Evangelio, abrazó, en secreto, la religión de Cristo, con el bautismo, y venerando, hasta el extremo, a la Madre del Salvador; quiso imitarla en todo y conservarse virgen, para darse en total entrega a Dios y así figurar en la corte de la Bienaventurada Virgen María, Reina de las vírgenes.
El Cuerpo de Artilleros, integrado en el Mariano Ejercito Español, toma como Patrona, a esta Mártir, inscrita en el siglo VII, cuando aparecieron las actas de su martirio, siendo incluida en la colección “Metafrastes”, que la sitúa en Heliopolis (Egipto) y en los mártires religiosos posteriores. Demostrando así, que en la Milicia, hasta los patronos de algunos de sus cuerpos integrantes, son marianos fervorosos.
Cuando Dióscoro conoció la conversión de Barbara, la llevó a la justicia, que la condenó a muerte, ofreciéndose, su propio padre, como verdugo de la ejecución.
Su sepulcro original, estuvo en Nicomedia, aunque hay versiones que lo sitúan en Roma, mientras otras, en Antioquía.
Pudiendo ser, que la muerte de Dióscoro, producida por el rayo de una tormenta, a continuación de haber sacrificado a su hija, fuera motivo para relacionar a la Santa Mártir, con los fenómenos acústicos naturales y en consecuencia con los explosivos. Siendo en el año 1500, cuando fray Sebastián Coll, cofrade de “Santa Bárbara de los Artilleros”, menciona la primera referencia relacionando su patronazgo sobre este Heroico Cuerpo, que más tarde se extendió a los Mineros y Pirotécnicos, por su, también continuado, uso de pólvora.
Su iconografía, la representa, con una torre con tres ventanas, en una mano; mientras en la otra, sostiene la palma del martirio.
En España, se tiene noticia del culto público a la Santa, desde el siglo XIII, cuando en la conquista de Alicante, por D. Alfonso X el Sabio, el cuatro de diciembre de 1248 se le da al castillo, el nombre de Santa Bárbara, dedicándole una capilla en su interior.
En el tratado sobre la Artillería Española “La platica manuale de Artiglería” de Luis Collado de Lebrija, con fecha sevillana de 1606, reconoce, con argumentos, la devoción a su Santa Protectora, en dos capítulos que tratan “De la Compañía y Congregación de los Artilleros bajo la Advocación de la Gloriosa Santa Bárbara”.
Estos soldados, aprobados por san Juan, precursor de Cristo, cuando unos militares, le preguntaron ¿Qué hacemos? A lo que El Bautista les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, no os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga”. Hoy, cuatro de diciembre, festividad de Santa Bárbara, en la española plaza de Melilla, desde 1497 y junto al recuerdo del cañón “Caminante”, que desde las alturas, perfectamente situado,
Victoria Grande, marcó los puntos que delimitaron la posesión del hermoso y bendito rincón africano que rebosa españolidad por sus cuatro costados, con la presencia militar artillera, que acompañando al audaz D. Pedro de Estopiñán y Virués, ha llegado hasta nuestros días, en el Regimiento de Artillería núm. 32 de Melilla. Harán resonar por el aire, y entre olor a pólvora de salvas cañoneras, las estrofas de la Oración del Artillero:
No importa, vivo o muerto,
ser General, Teniente o Cabo,
Apuntador o Artificiero.
Solo importa, muy cierto,
el oficio más bravo,
de ser solamente
hijo de Santa Bárbara
y Artillero.
Y por Islas y Peñones de Soberanía Española, a un paso del continente africano, donde realizan labores de custodia con entrega esmerada. Así como por todos los cuarteles y destacamentos, de la amada y gloriosa España, la “Piel de Toro” Roja y Gualda; donde, por las solapas de uniformes, se entrelazan bombetas doradas con cañones cruzados. Con devoto orgullo, se entonará el “Himno a Santa Bárbara:
Al morir el valiente Artillero,
defendiendo, tenaz, el cañón,
dale ¡Oh Virgen sublime y piadosa!
Siempre, amparo, consuelo y perdón.
José Manuel León Gómez.
Sevilla.