Estas líneas son un homenaje a la Guardia Civil, encarnada en Víctor Romero, que deja viuda y un bebé, y Víctor Jesús Caballero, que deja viuda y tres niños, guardias civiles en asesinados acto de servicio por un mercenario. Y al civil, también asesinado, José Luis Iranzo, que deja viuda y un hijo. Como sacerdote y como militar me sumo al dolor de los compañeros y mandos de sus Comandancias y, en especial, de sus tres familias. En cada acto a los Caídos los militares cantamos “La muerte no es el final del camino”. En su muerte, ellos están en la meta, con los mejores que nos preceden en el cumplimiento del deber. Y al depositarse la corona a los pies del monolito, antes de la salva al infinito, reciben nuestra oración militar al “Señor de la Vida y de la Esperanza” para que “les otorgue la vida que no acaba, en feliz recompensa por su entrega”.
Entrega vocacional, porque ser militar y guardia civil no es una profesión sino una vocación en la que, desde su fundación por el Duque de Ahumada en 1844, tiene en el lema “Todo por la Patria” la luz que ilumina cada cuartel y comandancia. Y, en ellos, sus miembros. Porque la Guardia Civil, como nuestras Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado, son instituciones cuyo tesoro más preciado son los hombres y mujeres que colman su ideal “el Honor es mi divisa”. Honor, como regula el artículo primero del Reglamento para el Servicio, que “debe conservarse sin mancha, porque una vez perdido no se recobra jamás”. Honor al que cada guardia civil se consagra hasta dar la sangre si es menester para salvaguardar el orden público, la justicia y la libertad del Pueblo español. Pueblo del que nacen y son nuestros militares. Honor, en suma, de nuestros compañeros asesinados mientras velaban por la paz de España.
En su historia la Guardia Civil sabe lo que es la pérdida de sus hijos en combate con el mal y la delincuencia, en accidentes urbanos o en la carretera, en la montaña, incendios y catástrofes naturales, en cualquier necesidad ciudadana, porque su labor no se debe a un contrato sino a una vocación. Y en esta vocación cada miembro de la Benemérita sigue el ejemplo de sus mejores cuando, como ellos, “con su sangre la empresa rubricaron. Por la Patria morir fue su destino, querer a España su pasión eterna”. Se suman en esta tragedia de su muerte Víctor y Víctor Jesús a los mejores en presencia del Altísimo, y así serán recordados.
Si no fuese por nuestros Ejércitos, Guardia Civil y Cuerpos de Seguridad del Estado, la sociedad española, que tanto necesita palabras como patria, lealtad, compañerismo, sacrificio, bandera y honor, dejaría de existir. Son sinónimos de la seguridad interna, piedra angular de un estado, porque sin ésta no hay justicia, libertad, igualdad ni progreso. Seguridad interna de España garantizada por la Guardia Civil contra el terrorismo etarra e islámico, asesinos, violadores, mafias, traficantes de personas, drogas y armas, maltratadores e infractores de la ley. Seguridad interna en el respeto al Ordenamiento constitucional, la protección del bien común y la unidad de España. Seguridad interna en la vigilancia de nuestras carreteras, sistema cibernético, bosques y montañas, fronteras y aduanas, y en lo que necesite España. Y, como viví durante casi diez años como cura de aldea con mis vecinos de Lamasón, seguridad interna en la asistencia de ancianos, enfermos, pobres, accidentados, de cualquier persona sin importar su ideología ni circunstancias. En cualquier problema o dificultad, una riada, un incendio, un desaparecido que no vuelve de cuidar el ganado por Tanea y Peña Sagra, el Cuartel de la Guardia Civil, a la hora que fuese, siempre en su teléfono responde a cualquier llamada de auxilio, cooperando con lo mejor de sí en la ayuda de nosotros los masoniegos.
Asimismo, por tierra, mar y aire, la Guardia Civil cumple cualquier operación en aras de la seguridad interna y externa de nuestra patria. Como cuerpo y en cada guardia civil, nuestra Benemérita es militar, jurídica y policialmente una de las mejores instituciones del mundo contra el crimen, la corrupción, el terrorismo y el delito. Con la divisa “Todo por la Patria” defiende a España hasta dar su sangre por la Patria, como Víctor y Víctor Jesús. Sea este artículo el humilde reconocimiento a estos compañeros guardias civiles, y con ellos José Luis, con la esperanza de que el pueblo español siga apoyando a sus familias y honrando su memoria en cada cuartel y miembro de la Guardia Civil. Si en el acto a los Caídos los militares rezamos al “Señor de la Vida y la Esperanza” que “les otorgue la vida que no acaba, en feliz recompensa por su entrega”, la entrega de estos compañeros, como los mejores que nos preceden, son nuestro ejemplo de servicio a España. Con la intercesión de la Patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar, descansan en paz.