Hoy 21 de octubre el Arzobispo Castrense don Juan del Río, visitó la parroquia Castrense Nuestra Señora de Loreto, ciudad del Aire de Alcalá de Henares, con ocasión al primer día de celebración del 25 aniversario de la parroquia, para este momento se congregaron en vigilia-adoración una gran cantidad de jóvenes de la parroquia y jóvenes invitados de otros lugares de Madrid y alrededores, donde el Señor Arzobispo dio la conferencia a los jóvenes titulada: "Fe y Felicidad humana". Que a continuación se detalla.
Parroquia Castrense Nuestra Señora de Loreto
Alcalá de Henares (Madrid)
XXV aniversario de su creación
Extracto de la conferencia a jóvenes: Fe y felicidad humana
21 de octubre de 2016
DECÁLOGO PARA SER FELIZ
1. Acéptate a ti mismo, en tu propia historia personal y familiar.
Hay cosas en la vida que son difíciles de cambiar: vgr. tú estatura, tú corporeidad, como eres, lo que has hecho hasta ahora, qué familia te ha tocado. Esto se llama “realismo existencial”. Quienes no aceptan su realidad, tienen el peligro de huir continuamente de sí mismo, eso produce vivir en un estado perenne de ansiedad, que por supuesto no es fuente de felicidad.
2. Vive y deja vivir.
Tu no vives por lo que piensan los otros, pero si de alguna manera tu vivir pacífico y satisfactorio depende del respeto que guardes a la vida de los demás. Mis vecinos, compañeros y amigos tienen tantos derechos a la felicidad como yo. No debemos pasar nuestros días pendientes de las opiniones de los otros, uno tiene que ser lo que es. Cada uno tiene bastante con sacar su propia vida adelante.
3. Darse a los demás.
Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe. La felicidad propia comienza no por uno mismo, sino por la dicha de los otros. ¿A quién estás haciendo feliz hoy?
4. La soberbia en la vida es como un vendaval que nunca nos deja en paz. Procura ser humilde y benevolente en todos tus asuntos y te querrán más que al hombre generoso. Porque el dadivoso da cosas materiales, las personas sencillas se dan a sí mismas y producen empatía en sus semejantes.
5. Procura “perder tiempo” para estar con la familia y amigos.
El consumismo nos llevó a perder la sana cultura del ocio: leer, disfrutar del arte, de estar con la familia, ver a los amigos. Como “el tiempo es oro”, la gratuidad es escasa, y a todo se le quiere sacar rendimiento. Hay temas en la vida que se escapan a la contabilidad mercantilista, porque ellos son los verdaderos tesoros de la humanidad, y a la larga son más rentables que cualquier cosa material. No olvidemos lo que dice la Sagrada Escritura: “quién encuentra un buen amigo, ha descubierto un gran tesoro” (Eclo 6,14). Quienes descuidan a los abuelos, padres, hijos y amigos, beberán la amarga medicina de la soledad.
6. No olvides que con: “la medida que utilices con los otros, la utilizaran contigo”.
Trata a los demás como tú quieres ser tratado. Cuando en las relaciones sociales faltan: educación, humanidad y solidaridad, surgen los conflictos y no hay paz. Si quieres ser feliz, trata bien a todo el mundo y se bueno siempre con todos. Y aunque haciendo el bien te fallarán los otros, recuerdas que tú también puedes errar, ten paciencia y compresión que ello te dará satisfacción. San Francisco de Sales decía: “más se atrae con miel que con hiel”.
7. Practica diariamente el arte de los pequeños detalles con tus semejantes.
Quizás no podrás arreglar el hambre en el mundo, pero sí está a tu alcance dar una limosna a un pobre. A tus abuelos enfermos, no podrás remediar “las goteras de la edad”, pero nadie te impide que los visites con cariño, seguro que luego te iras lleno de paz. Porque como dice el Evangelio: “el que es fiel en lo pequeño será fiel en lo mucho” (Lc 16,10). Hay más alegría en dar que en recibir.
8. No pierdas la capacidad de asombro al contemplar la naturaleza.
Solo se ama y se cuida aquello que se admira. Si no sabes, ni te interesa apreciar la belleza de la madre naturaleza, será muy difícil que te preguntes por aquella otra hermosura que es la del propio Creador. Porque el camino más humano es “pasar del amor a lo visible (naturaleza) al amor de lo invisible (su autor: Dios)” (cf. Rom 1,20). Esta “casa común” se nos ha dado para que la custodiemos por el bien de todos, porque en ella ha de residir la felicidad humana.
9. Busca la paz, y corre tras ella.
No es verdad que los ricos no lloran. No es cierto que el malvado tiene la última palabra. No se logra la paz personal y social, si se prescinde de la justicia. Toda felicidad tiene su base en el amor y la verdad. La mentira no hace feliz a nadie. La malquerencia engendra: envidias, odios y venganzas que son las raíces de tantos males en este mundo. La guerra es una locura. La paz es don de Dios, pero también anhelo de los hombres que se afanan en construir puentes y no barricadas, que saben dialogar y no utilizar la intolerancia con los demás.
10. Dios no es enemigo del hombre y de su felicidad.
La cultura dominante nos quiere hacer creer que la fe en Dios es causa de guerras, conflictos interiores que nos quitan la paz y nos hacen infelices. Pero eso es totalmente falso y lo que busca es la suplantación de la religión por las idolologías, y la concepción de un Dios personal, por la de un superhombre que se da la libertad a sí mismo y se siente dueño de su propia naturaleza y destino. Ello choca con la realidad de la verdad del hombre que no puede darse la vida a sí mismo, ni es capaz de descifrar el misterio de su propia existencia. Además, esta nueva colonización de la mente moderna, se estrella con la propuesta cristiana, que es una oferta en libertad para adherirse de corazón a un Dios creador y redentor que en su Hijo Jesucristo se nos ha revelado como un Dios amoroso que quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). Para ello, nos ha enviado al Espíritu Santo para sostenernos en el combate de la fe y conducirnos a la felicidad eterna. Así pues, ¡Quien cree en Dios no está solo!
Sin embargo, mientras dura nuestra existencia terrena, los cristianos tenemos las mismas necesidades que los demás seres humanos, pero podemos decir:
“La sonrisa en nuestro rostro, no significa la ausencia de problemas, sino la presencia de la gracia divina que nos hace feliz por encima de ellos”.
+Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España