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1ª lectura: En la Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande.

Lectura del libro de Isaías 8, 23b-9, 3

En otro tiempo, humilló el Señor la tierra de Zabulón y la tierra de Neftali, pero luego ha llenado de
gloria el camino del mar, el otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y de sombras de muerte, y
una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar,
como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su
hombro, los quebrantaste como el día de Madián.

Salmo: Sal 26, 1bcde. 4. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

2ª lectura: Decid todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 10-13. 17

Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya
divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir.

Pues, hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y yo os digo esto
porque cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo».
¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para
no hacer ineficaz la cruz de Cristo.

Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús proclamaba el evangelio del reino,
y curaba toda dolencia del pueblo. R.

 

Evangelio: Se estableció en Cafarnaún. Así se cumplió lo que había dicho Isaías.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 12-23

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció
en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftali, para que se cumpliera lo dicho por medio
del profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de
muerte, una luz les brilló». Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:

«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Pasando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban
echando la red en el mar, pues eran pescadores.

Les dijo:

«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Y, pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que
estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la
barca y a su padre y lo siguieron.

Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

1ª lectura: Por su propia sangre, ha entrado en el santuario una vez para siempre.

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 2-3. 11-14

Hermanos:

Se instaló una primera tienda, llamada «el Santo», donde estaban el candelabro y la mesa de los panes
presentados. Detrás de la segunda cortina estaba la tienda llamada de «Santo de los Santos». En cambio,
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su «tienda» es más grande y más perfecta:

no hecha por monos del hombre, es decir no de este mundo creado
No lleva sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario
una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de una becerra, santifican con su aspersión a los
profanos, devolviéndoles la pureza externa ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu
eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras
muertas, llevándonos al culto del Dios vivo!

Salmo: Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.

Aleluya Cf. Hch 16, 14b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.


Abre, Señor, nuestro corazón,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo. R.

Evangelio: Su familia decía que estaba fuera de sí.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los
dejaban ni comer.

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.

1ª lectura: Mejor es la alianza de la que es mediador.

Lectura de la carta a los Hebreos 8, 6-13

Hermanos:

Ahora a nuestro sumo Sacerdote, Cristo, le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto
mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.

Si la primera hubiera sido perfecta, no habría lugar para una segunda.

Pero les reprocha:

«Mirad que llegan días - oráculo del Señor -, en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá
una alianza nueva; no como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos
de Egipto. Ellos fueron infieles a mi alianza, y yo me desentendí de ellos - oráculo del Señor -.

Así será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días - oráculo del Señor -: pondré
mis leyes en su mente y las escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”, porque todos
me conocerán, del menor al mayor, pues perdonaré sus delitos y no me acordaré ya de sus pecados». Al decir
alianza “nueva”, declaro antigua la anterior; y lo que envejece y queda anticuado, está para desaparecer».

Salmo: Sal 84, 8 y 10. 11-12. 13-14

R. La misericordia y la fidelidad se encuentran.

Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R.

Aleluya 2 Cor 5, 19ac
R. Aleluya, aleluya, aleluya.


Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.

 

Evangelio: Llamó a los que quiso para que se estuvieran con él.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 13-19

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso y se fueron con él.

E instituyo doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para
expulsar a los demonios:

Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y Juan, el hermano de Santiago, a
quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo,
Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

1ª lectura: Presentó sacrificios de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 25-8, 6

Hermanos:

Jesús puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para
interceder a favor. de ellos
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores
y encumbrado sobre el cielo.

Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los
propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí
mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra
del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.

Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del
trono de la Majestad en los cielos y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el
Señor y no por un hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de
ahí la necesidad de que también Jesús tenga algo que ofrecer.

Ahora bien, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones
según la Ley.

Estos sacerdotes están al servicio de un esbozo y sombra de las cosas celestes, según el oráculo que
recibió Moisés cuando iba a construir la tienda:

«Mira», le dijo Dios, «te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña».

Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de
la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.

Salmo: Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 17

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.

«- Como está escrito en mi libro -
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas». R.

He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.

Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor», los que desean tu salvación. R. 

Aleluya Cf 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte,
e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.

Evangelio: Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les
prohibía que lo diesen a conocer.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre
de Galilea.

Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania
y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a
estrujar el gentío.

Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los
espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios».

Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

1ª lectura: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 1-3. 15-17

Hermanos:

Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este
regresaba de derrotar a los reyes, lo bendijo, y recibió de Abrahán el diezmo del botín. Su nombre significa,
en primer lugar, Rey de Justicia, y después, Rey de Salen, es decir, Rey de Paz.

Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En
virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente.

Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que no ha
llegado a serlo en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está
atestiguado:

«Tú eres sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec».

Salmo: Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies». R.

Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
desde el seno, antes de la aurora». R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.

Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús proclamaba el evangelio del reino,
y curaba toda dolencia del pueblo. R.

Evangelio: ¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano
paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.

Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:

«Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les pregunta:

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo
morir?». Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice
al hombre:

«Extiende la mano».

Lo extendió y su mano quedó restablecida.

En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

1ª lectura: La esperanza que tenemos delante es para nosotros como ancla segura y firme.

Lectura de la carta a los Hebreos 6, 10-20

Hermanos:

Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a
los santos ahora igual que antes.

Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla
vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo
prometido. Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por
si mismo, diciendo:

«Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente». Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido.
Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión.
De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de
su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible
que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, aferrándonos a la esperanza
que tenemos delante. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá
de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, como precursor, Jesús, Sumo sacerdote para
siempre según el rito de Melquisedec.

Salmo: Sal 110, 1b-2. 4-5. 9 y 10c

R. El Señor recuerda siempre su alianza.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R.

Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a los que lo temen
recordando siempre su alianza. R.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre. R.

Aleluya Cf. Ef 1, 17-18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine los ojos de nuestro corazón,
para que comprendamos cuál es la esperanza a la que os llama. R.

 

Evangelio: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28

Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando
espigas.

Los fariseos le preguntan:

«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les responde:

«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró
en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está
permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?». Y les decía:

«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor
también del sábado».

1ª lectura: Siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-10

Hermanos:

Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto
a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.

Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a la debilidad.

A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie
puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.

Tampoco Cristo se confirió a si mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que
le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje: «Tú eres sacerdote para
siempre según el rito de Melquisedec».

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filiar. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación
eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.

Salmo: Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
desde el seno, antes de la aurora». R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.

Aleluya Heb 4, 12ad
R. Aleluya, aleluya, aleluya.


La palabra de Dios es viva y eficaz;
juzga los deseos e intenciones del corazón. R.

 

Evangelio: El esposo está con ellos.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le
preguntaron a Jesús:

«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo
está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en
aquel día.

Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo
nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y
los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

1ª lectura: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación.

Lectura del libro de Isaías 49, 3.5-6

Me dijo el Señor:

«Tú eres mi siervo, Israel por medio de ti me glorificaré».

Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a
Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza: «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de
vuela a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el
confín de la tierra».

Salmo: Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.

«- Como está escrito en mi libro -
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas». R.

He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios,
Señor, tú lo sabes. R.

2ª lectura: A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1Cor 1,1-3

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, a la Iglesia
de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier
lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz
de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Aleluya Jn 1, 14a. 12a

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros;

a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios. R.

 

Evangelio: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de
mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he
salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo:

«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:

“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

1ª lectura: Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-16

Hermanos:

La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto
donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada
se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios,
mantengamos firme la confesión de fe.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Salmo: Sal 18. 8. 9. 10. 15

R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía,
Redentor mío. R.

Aleluya Lc 4, 18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad. R.

Evangelio: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:

«Sígueme».

Se levantó y lo siguió.

Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se
sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos,
al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:

«¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

1ª lectura: Empeñémonos en entrar en aquel descanso.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 1-5. 11

Hermanos:

Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros
crea que ha perdido la oportunidad.

También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les
sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. Así pues, los creyentes
entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:

«He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso», y eso que sus obras estaban terminadas
desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo:

«Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho». En nuestro pasaje añade:
«No entrarán en mi descanso».

Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.

Salmo: Sal 77, 3 y 4bc. 6c-7. 8

R. ¡No olvidéis las acciones de Dios!

Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R.

Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos. R.

Para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios. R.

Aleluya Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo. R.

 

Evangelio: El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.

Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío,
levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde
yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:

«Hijo, tus pecados te son perdonados».

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

«Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio
cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:

«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decirle
“levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad
en la tierra para perdonar pecados - dice al paralítico -:

“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».

Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban
gloria a Dios, diciendo:

«Nunca hemos visto una cosa igual».

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