Su Alteza Real Doña Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo-Lorena, Infanta de España, que falleció el pasado 28 de marzo a los 99 años de edad. Su Alteza Real la Infanta Doña Alicia era la esposa de Su Alteza Real el Infante Don Alfonso de Borbón-Dos Sicilias (1901-1964), hermano de Su Alteza Real Doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans, Condesa de Barcelona, madre de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos.
Durante la Eucaristía, Monseñor Juan del Rio pronunció la siguiente homilía:
1. “En la vida y en la muerte somos del Señor” (Rom 14,8). Esta afirmación paulina expresa dos principios básicos de la existencia cristiana: la toma de conciencia de que somos criaturas de Dios, de que no nos pertenecemos. Así mismo, como el misterio envuelve las dos orillas de la peregrinación terrenal: la vida y la muerte, cuya travesía está repleta de alegrías y penas. Sin embargo, el enigma de porque vivimos y nos morimos se descifra a la luz de la fe en el Dios humanado, que se encarnó en esta carne mortal para que se revistiera de mortalidad y participáramos en la felicidad eterna. ¡No estamos llamados al vacío sino a una esperanza repleta de plenitud! Esta es la fe en la que vivió y murió Dª Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo Lorena, Infanta de España, en cuya memoria nos reunimos para celebrar esta santa Misa en sufragio por su alma, para consuelo de sus familiares y muestra de cariño de la Casa Real Española.
2. Solo morimos una vez, pero la sombra de la muerte se deja sentir en tantos sufrimientos, pruebas y dolores por los que atravesamos en este “valle de lágrimas” hasta el desenlace final. Por todos ellos paso S.A.R. Dª Alicia, que encontró en Cristo y su familia la fuente de alegría cotidiana y el apoyo de su entrega a los suyos, al fiel cumplimiento de los deberes de su rango, su ferviente respeto a la Corona, por la que rezaba con frecuencia, y su gran sensibilidad para ver la mano del Creador en la naturaleza y en sus animales. La visión cristiana impregnará sus largos años de vida entre nosotros.
3. Ahora, cuando pedimos por su eterno descanso en las “moradas” del Buen Padre Dios, recordamos a una buena hija, esposa y madre cristiana. El Señor le otorgo muchas gracias en medio de no pocos sacrificios, que supo leerlos de manera sobrenatural mediante la oración y la recepción de los sacramentos hasta sus últimos momentos. Fue una mujer que siempre tuvo presente su sentido histórico y supo estar en el lugar que le correspondía, con la discreción que le caracterizaba y su amor a los Reyes de España.
4. Aunque sus restos mortales descansaran lejos de aquí, ella sigue presente en el corazón de su familia. Es justo recordar las palabras del salmista que recoge el anhelo de su vida: “Una cosa pido a Dios, eso buscaré: habitar en la casa del Señor toda la eternidad”. Estamos seguros que ese deseo de su alma se ha cumplido, ya que Jesús mismo nos ha dicho en el Evangelio: “Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias…Cuando vaya os preparé sitio, volveré y os llevaré conmigo” (Jn 14,1-3).
5. Fue mucho lo bueno que hizo, pero si en algo falló en esta vida, que Cristo Muerte y Resucitado, “juez de vivos y muertes”, tenga misericordia de sus pecados y le conceda la paz de los justos. En esta confianza ella siempre vivió y pedía a Dios que este tesoro de la fe católica permaneciera en su familia y en las futuras generaciones. Por eso, queridas hijas de Dª Alicia, nietos y demás allegados, recoged este testimonio de fe y amor. ¡Tened los ojos abiertos y el corazón consolado! ¡Esperad en el Señor, sed valientes, tened ánimo y confiad siempre en Dios! (cf. Sal 26, 14).
+ Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España