Durante su intervención D. Juan del Rio hizo un repaso sobre la sociedad donde desarrollo su labor sacerdotal San Juan de Ávila, donde “las altas jerarquías: Papas, Obispos, y dignidades sacerdotales aparecían más unidas a los "negocios seculares" que a los oficios de predicación y santificación del pueblo de Dios”, y además: “La Iglesia tiene que enfrentarse con los planteamientos del humanismo renacentista, con la doctrina dogmática y disciplinar que levantaba el "huracán de Lutero”.
Monseñor añadió: “El centro de su vivir, pensar y actuar será convertir almas a Cristo. A diferencia del Cura de Ars, Ávila no va ser un sacerdote vinculado a una parroquia, sino un predicador itinerante. La irradiación de su testimonio personal le valió la fama de santo por otros singulares santos de su tiempo: Ignacio de Loyola y Borja, Juan de Dios y Juan de Ribera, Santa Teresa de Jesús. Además, la originalidad de su pensamiento se halla en la composición de su esquema teológico, en la seguridad de su enseñanza, en las interpretaciones que hace de los datos de la Escritura, de los Padres, de la Tradición, de los santos y de los grandes teólogos. Pero sobre todo, en el enfoque pastoral de su magisterio”.
Como expresó D. Juan del Rio: ”Para San Juan de Ávila, no hay dicotomía entre lo intelectual, pastoral y espiritual, sino que todo ello forma el entramado indispensable que ha de darse en aquel que haya sido llamado a ser heraldo del Evangelio”.