El 17 de Mayo los militares integrantes del contingente español nos reunimos en la Base Aérea de Zaragoza como primera etapa del viaje. Celebramos misa en la Basílica del Pilar, rogando el amparo y protección de Nuestra Señora del Pilar. Ofrecimos ante ella una corona de flores como muestra de amor y petición.
Un madrugón el viernes y unas horas de autobús nos llevaron hasta la pequeña localidad de Lourdes. Ya en esa primera tarde tomamos parte en el acto de inauguración internacional, realizado en la inmensa basílica de Pío X. A nivel particular, celebramos Misa todo el grupo español con los peregrinos en la próxima iglesia de San José.
Los días posteriores cubrieron una serie de celebraciones internacionales, tales como Acto a los Caídos o el Rosario de las Antorchas rezado en la explanada ante la Basílica de Lourdes. El ambiente militar internacional estuvo presente no sólo en estos actos concretos, sino en todas las calles de Lourdes y a cualquier hora. Miles de militares paseaban cada día entre las calles, acudían a lugares de oración, acompañaban enfermos, pasaban un buen rato en los bares… En definitiva, se unían en un espíritu común que mucho rememoraba la intención de los fundadores de la PMI.
Cada vez que el contingente español tomaba parte en alguna celebración, bien por su cuenta o bien en el conjunto internacional, todos los integrantes formaban delante del hotel en el que nos alojamos, saludaban a la bandera y desfilaban tras ella hasta llegar al lugar indicado. No hay palabras para describir el respeto y admiración que militares y civiles demostraban en todas estas ocasiones al ver pasar nuestra bandera y nuestras Fuerzas Armadas detrás. Realmente nuestra nación cuenta con una imagen e historia militar que pocos pueden igualar.
De igual manera, el grupo que formábamos los tres Ejércitos, junto con la Guardia Real, la UME, la Guardia Civil y las Academias representó más que nunca su cohesión. Las distintas actividades, especialmente las que realizamos en la Base Aérea de Zaragoza antes de partir, contribuyeron a la creación de un ambiente de diversión y oración al mismo tiempo. Este mismo espíritu estuvo presente en todo momento de la peregrinación.
Para los alumnos de la Academia General del Aire fue todo un honor y un orgullo ser los elegidos para portar y escoltar la bandera de España en un evento de tal magnitud. Jamás habríamos imaginado ninguno de nosotros que participaríamos en algo así. Si bien, por un lado, los días allí fueron exigentes como abanderados, por otro lado, no tenemos palabras para describir la experiencia espiritual y militar que hemos recibido allí.
Al fin y al cabo, estas pequeñas oportunidades son las que Dios aprovecha para mostrarse un poco más a nosotros y nos impulsa a contagiar la alegría que hemos conocido a otros. Esperamos el año que viene desde la Academia poder contribuir con más gente y aprovechar la oportunidad para descubrir así un poco más nuestro Ejército y tan sagrado lugar para la Virgen María y su Hijo.
Joaquin Maria Juan-Dalac Pérez
Alferez Alumno