1ª lectura: No hay salvación en ningún otro.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-12
En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado,
se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y lo saduceos, indignados de que
enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de losmuertos. Los apresaron y los metieron en
la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron;
eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; junto con el
sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron
comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?». Entonces Pedro, lleno de Espíritu
Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para
averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha
sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre
los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el
cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Salmo: Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos
y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar». Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó
en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba
le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la
red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres.
Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el
Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de
entre los muertos.
El pasado Viernes Santo, la Muy Ilustre y Venerable Cofradía de Penitencia del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Victoria volvió a realizar su salida procesional y este año tuvo un carácter emotivo para todos los hermanos al volver a realizarla desde la Real Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio, tras seis años fuera de ella.
A las 17:00 h de un caluroso día se abrían las puertas del templo tras la que se vislumbraba la Cruz de Guía de la Corporación con la que se inicia el desfile procesional.
Esta Semana Santa se ha vivido intensamente en la Real Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio de Cádiz que ha retomado su actividad pastoral tras el tiempo transcurrido fuera de su feligresía. Desde el Viernes de la semana de Pasión, tradicionalmente llamado “viernes de Dolores”, hasta el Domingo de Resurrección se ha llevado a cabo una serie de cultos y actos, centralizado en el Triduo Pascual.
1ª lectura: Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado,
acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este
con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando
había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino;
matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la de en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su
nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios
cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de
consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo
hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos
profetas. Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo:
escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo.” Y, desde
Samuel, en delante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando
le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.” Dios resucitó a
su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada
uno de vuestras maldades».
Salmo: Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9
R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¡Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies. R.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos
al tercer día.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo
habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy
yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo
tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y
seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito
en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí» Entonces les abrió el entendimiento para
comprender las Escrituras.
Y le dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se
proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto».
1ª lectura: Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 1-10
En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a
cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa»,
para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna.
Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se
puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando
a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que
pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo
que le había sucedido.
Salmo: Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Lo reconocieron al partir el pan.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea
llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que
había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?». Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el
pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el
tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,
pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo
que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros
fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces
él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto y entrará así en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les
explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él hizo simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo
apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció
de su vista. Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Queridos hermanos y hermanas:
Los saludo a todos, romanos y peregrinos, especialmente a los que han venido de lejos. Les doy las gracias por su participación y también por sus oraciones, que han intensificado en los últimos días. ¡Gracias, verdaderamente!
Dirijo una bendición especial a la Caravana de la paz que en estos días ha partido desde Italia hacia Ucrania, promovida por diversas Asociaciones: Papa Juan XXIII, FOCSIV, Pro Civitate Christiana, Pax Christi y otras. Junto con artículos de primera necesidad, llevan la cercanía del pueblo italiano al martirizado pueblo ucraniano, y hoy ofrecen ramos de olivo, símbolo de la paz de Cristo. Nos unimos a este gesto con la oración, que será más intensa en los días de Semana Santa.
Hermanos y hermanas, con esta celebración hemos entrado en la Semana Santa. Los invito a vivirla como nos enseña la tradición del Santo Pueblo Fiel de Dios, es decir, acompañando al Señor Jesús con fe y amor. Aprendamos de nuestra Madre, la Virgen María: ella siguió a su Hijo con la cercanía de su corazón, fue una sola alma con Él y, aun sin comprender todo, junto a Él se entregó plenamente a la voluntad de Dios Padre. Que la Virgen nos ayude a permanecer cerca de Jesús presente en las personas que sufren, descartadas, abandonadas. Que la Virgen nos lleve de la mano a Jesús presente en estas personas.
A todos, un buen camino hacia la Pascua.
1ª lectura: Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 36-41
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis,
Dios lo ha constituido Señor y Mesías». Al oír esto, se les traspaso el corazón, y preguntaron a Pedro y a
los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de
vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros
hijos y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro». Con estas y otras muchas
razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Salmo: Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: He visto al Señor y ha dicho esto.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado
el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al
Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Las Moradas, 7.4.8
1ª lectura: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, de pie poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda
solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad
estas palabras: a Jesús Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos
que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis a este, entregado conforme el plan que Dios
tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo
resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio,
pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no
vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque
no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has
enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está
entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento
sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que
“no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que” su carne no experimentará corrupción”.
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de
Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis
viendo y oyendo».
Salmo: Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Este es el día que hizo el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Evangelio: Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría,
corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los
sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los
soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega
a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y
obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
1ª lectura: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que
predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron,
colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a
todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él
después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio
de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos
los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Salmo: Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.
2ª lectura: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha
de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida
nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Aleluya Cf. 1 Cor 5, 7b-8a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascual en el Señor. R.
Evangelio: Él había de resucitar de entre los muertos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro,
y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo
corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos;
pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el
sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.